martes, 30 de diciembre de 2008

Indecisiones

A veces alguien evita los atajos o toma demasiados. Entonces:
-Un pasillo recorrido por una canción suave y misteriosa queda girando en un laberinto invisible.
-La fórmula de un comprimido mágico se desvanece antes de la vigilia.
-Fantasmas que no cesan de gastar eternidades no encuentran cuerpos.
-Caminos y caricias se disecan en un armario.
Entonces ¡ay dolor! ¿por qué en nuestro mapa no hay un solo error?

Festín

Después de la batalla, sobre la colina, miró el valle mientras se levantaba una brisa mística. Las calaveras le parecieron recipientes donde hasta un rato antes había estado Dios.

Sombra

En el patio, un hombre y un árbol se hacen una clara unidad, que surge umbilicalmente de dos preguntas:
-¿Qué es un hombre?
-¿Qué es un árbol?

Representaciones

"La vida es una metáfora de la muerte. El dolor una comparación y el placer su parodia".
Ese era el argumento que el serafín debía representar, pero no lo pudo hacer porque la función se suspendió por una lluvia que también se había suspendido.

sábado, 15 de noviembre de 2008

DE TRANSITO Y OTRAS SEÑALES


Imagen: Falsa Pimpienta


Armisticio
Con fecha de hoy retiro de tu vida mis tropas de ocupación. Me desentiendo de todos los invasores en cuerpo y alma. Nos veremos las caras en la tierra de nadie. Allí donde un ángel señala desde lejos invitándonos a entrar: Se alquila paraíso en ruinas.
Juan José Arreola

CLAUSULAS
I
Las mujeres toman siempre la forma del sueño que las contiene.
II
Cada vez que el hombre y la mujer tratan de reconstruir el Arquetipo, componen un ser monstruoso: la pareja.
III
Soy un Adán que sueña en el paraíso, pero siempre despierto con las costillas intactas.
IV
Boletín de útima hora: En la lucha con el ángel, he perdido por indecisión.
V
Toda belleza es formal.
Juan José Arreola


He pecado
de excesos y monotonías
y no me atreví a indagar
sobre el suicidio de mi corazón
Claudia Carrizo

Material de olvido:
Una aparición en una siesta. Un jardín dentro de una flor (sueño). Un silbido de la infancia. Ciento sesenta y tres esperas bajo la lluvia. Trescientas cuarenta y ocho con sol. Un libro no escrito. Catorce títulos de libros no escritos. Una muerte casi aprobada por todos los fiscales de la memoria. Un pedido de Dios. Novecientos deseos de los parientes. Casi todos mis arrepentimientos. Y la sensación de pérdida, sobre un triciclo de no me acuerdo qué color.
Guillermo Del Zotto

Entre sin llamar y descuartice mis ilusiones.
José Sbarra
No pudimos cometer ningún delito, ni siquiera fuimos buenos delincuentes.
José Sbarra


SE REGALAN ESCOMBROS
La mano de una escultura que parece decir adiós
Restos del friso de las ilusiones
Estatuas rajadas en la parte del beso.
José Sbarra

lunes, 27 de octubre de 2008

ABC del Derrumbado

Comparación: Metáfora que incluye a un perdedor.
Erudición: Modo de eructar del intelecto.
Excentricidad: Cordura que adelanta unos cincuenta años.
Experimentado: Exiliado.
Gallo: Ave que empieza a gritar avisándote que el día te va a doler.
Guitarra: Instrumento con el que, a diferencia de un ring de boxeo, se tiene entre las cuerdas al público y no a los protagonistas.
Lengua: Organo piquetero de las ideas.
Monosilábico: Inicio y final del hombre hablante. Proceso que es interrumpido por expresiones pueriles entre el gugú inicial y el gagá último.
Nómade: Estilo de vida prehistórico que el hombre cambió para, precisamente, dar comienzo a la historia. En el proceso de cambio olvidó adaptar los sentimientos, que siguen teniendo una inasible autonomía nómada.
Pensamiento: Pensamos porque nos olvidamos que todo se olvida.
Peregrino: Profeta al que nunca nadie le entendió que lo único que importa es el camino.
Posmodernidad: No es que el mundo se haya acercado, sino que los proyectiles aumentaron su alcance.
Posteridad: Banco que guarda los capitales del espíritu.
Prisión: Ultimo refugio de la intimidad.
Senado: Lugar al que llega quien no pudo ser desayunado.
Suelo: Punto de llegada del cabello y del ánimo.
Zapatos: Cómplices perpetuos. No hay suelas inocentes.

(Publicado en EL SUBSUELO el 26/10/08)

domingo, 19 de octubre de 2008

Pasajero (s)

Molestó con el impregnante olor a esmalte de uñas.
Con el celular en todas sus funciones.
Y descalzándose.
Molestó con el olor a comida y con un insubordinable éxtasis de suspiros sin causa aparente.
Luego, como el viaje en micro sería largo, abrió un libro de ensayos que había comprado y se sumergió, solitaria, en el capítulo "La otredad".

***

Nada es tan rápido como una ventanilla de micro.
Nada es tan rápido como los recuerdos en reversa.
Nada es tan rápido como llegar tarde al que queríamos ser.

***

Si el monte se hiciera pelota verde y las montañas serpientes que la esquivan.
Y del horizonte llegaran cosacos.
Y del cierzo cayera yo conmigo mismo en brazos.
Así, tampoco llegaríamos al vértigo de tu ausencia.

***

Una mentira y el peaje está pago.
Un guiño y el asfalto se hace visible.
Una seña y la noche enciende sus luces a los costados.
Una coima y te ganás el asiento individual.
Es fácil, menos para los que viajamos a ningún lado.

(Publicado en EL SUBSUELO el 19/10/08)

domingo, 12 de octubre de 2008

Enérgica invalidez

Desarman un parque de diversiones en tu cabeza. Una pluma sostiene el mundo donde fuiste campeón del barrio. Las manos de un viejo realizan el contorno del dibujo con el que recordás la mitad del camino. Nunca tipiarás con todos los dedos en el teclado de la memoria.
Humo de fogatas vencidas. En la noche se colocan las siestas que se salpicaron al lado del olvido. Y no tiene música la película. No tiene música.
Hace señas un gigante que se achica hasta ser un punto en esta velocidad de reciclaje de emociones. Tenés un higado que resiste a la adaptación de las inmundicias contemporáneas. Pero, ay, nadie te avisó que con el viejo corazón había que enfrentar estas mutaciones del sentir.
Alguien te entrega una plaqueta. Es una tranquera en el cartílago cerebral. Y cambiás de escena como si en un ring de boxeo pasaras a ser el otro que peleaba con vos.
Hay corredores recién baldeados con lavandina que no habías notado al pasar. Te pesa haber elegido recordar, porque no sólo no estás yendo para atrás sino que llevás una velocidad de empuje que no te va a dejar nada cerca de lo que eras antes de empezar.
Alguien mudo te tapa la boca por atrás. Todo el sueño es un secuestro de posibilidades o una justicia poética de igualdad de condiciones. En definitiva es un ajuste de cuentas. Muchas veces volviste a visitar el terreno baldío y pisaste a tu antojo las cañas, rompiste los olores como un alquimista filibustero, creíste en pequeños soles que no había ahí cuando todo se estrenaba. Tu transpiración era el perfume sobre una piel que ya no vuelve. Todo lo demás lo agregaba tu adulterada adultez. Fuiste atemperando las monstruosidades para adaptarlas a un cómodo diván. ¿Qué pasaporte creíste merecer para entrar y salir a placer y con la lengua desfasada, como si allí no siguiera existiendo el pedir permiso?
Todo está igual y para siempre. Forastero de tu aire de ausencia, no manches con transparencias las manchas que nunca podrán sacar del fondo del pozo de agua de la casa abandonada que ya es hora que abandones.

(Publicado en EL SUBSUELO el 12/10/08

lunes, 29 de septiembre de 2008

“Dramas en alma”

El autor de "Los Hermanos Karamásov" es todos los personajes principales. En su obra poética, Fernando Pessoa es todos sus heterónimos.
Fiódor (el padre), los hermanos Dimitri, Iván y Alexséi y el "hermanastro" Pável (Smerdiákov). Cada uno a su turno exteriorizan la personalidad de Dostoievski: ateísmo dogmático, humanismo pasional, racionalidad extrema, parricidio latente, epilepsia. El mismo se propuso la exorcización propia con el proyecto novelístico que serviría a Freud para la mayoría de sus estudios.
Por otro lado, comentada es la tarde febril en la que Fernando Pessoa decide ser muchos poetas al mismo tiempo:
"Tuve siempre, desde niño, la necesidad de incrementar el mundo con personalidades ficticias, sueños míos rigurosamente construidos, contemplados con claridad fotográfica, comprendidos por dentro de sus almas. Eran gente.
Médium, así, de mí mismo todavía subsisto. Soy, sin embargo, menos real que los otros (...) Soy también discípulo de Caeiro, y todavía me acuerdo del día -13 de Marzo de 1914- cuando, habiendo ‘oído por primera vez’ (esto es, habiendo terminado de escribir, de un solo sorbo de espíritu) gran número de los primeros poemas de El Guardador de Rebaños, inmediatamente escribí, al hilo, los seis poemas-intersecciones que componen Lluvia Oblicua (Orpheu 2), manifiesto y lógico resultado de la influencia de Caeiro sobre el temperamento de Fernando Pessoa".
Sabemos que Dostoievski no mencionó al estilo Flaubert Karamásov soy yo ni Fernando Pessoa mató a sus poetas internos, salvo para efectivas biografías en vida. Pero los une el mismo desencadenante psicológico. Pessoa aporta esta explicación que a Dostoievski no le hubiera parecido nada mal:
"Se trata, con todo, simplemente del temperamento dramático elevado al máximo; escribiendo, en vez de dramas en actos y acción, dramas en almas".
Pessoa y Dostoievski, dos errancias que toman una tregua. Beben algo de agua fresca y se vuelven a internar en las tormentas dialécticas. Para el lector pasional, una buena manera de construir una arena común. Una cancha donde la competencia es contra la tarde misma que se cierra. Y nubes de banalidades embarran luego el lugar en el que antes hubo esta representación de "dramas en alma".

(Publicado en EL SUBSUELO 28/09/08)

domingo, 14 de septiembre de 2008

ABC del Derrumbado

Aburrimiento: Todo aburre, hasta lo que no aburre.
Acelerador de partículas: Todo agujero negro a resolver por el hombre, fue primero una página en blanco en la literatura.
Amor fantasma: Vivo en los espejos que vas dejando.
Capitalismo: Sistema que dejó caduco el aburrido y explotador "de la casa al trabajo y del trabajo a la casa" por el de "del trabajo al trabajo y viceversa".
Derrumbe: Lo bueno de contar con soles negros es que nunca caen.
Doble: ¿Matar a nuestro doble atemperará nuestras ansias suicidas?
Fábrica: El humo está hecho de nosotros.
Guía telefónica: ¿Y si el fin del mundo fuera por orden alfabético?
Idea: Madera que sin un buen ebanista sigue el mismo camino que un fuego sin dragón.
Nostálgico: Persona capaz de provocar a su antojo lluvias en su espíritu; individuo con la habilidad de sentir el gusto del tiempo.
Madurar: El problema no es cambiar de personalidad, lo desagradable se da en el medio, durante ese pegajoso proceso donde somos por la mitad y reptamos entre el estado larval y la inauguración de nuestros nuevos miembros. Algo que suele durar toda la vida.
Memoria: Me gustaría ser un elefante sin la memoria de elefante.
Muerte: Cambio de posición. Es cuando comenzamos a oler las flores desde la parte de abajo.
(in) Satisfecho: Hasta cuando no hago nada, me sale mal.
Valor: A medida que las cosas nos cuestan menos, más caro es el precio para ser uno mismo.

(Publicado en EL SUBSUELO el 14/9/08)

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Ultima cita con la euforia

Así es la vejez: claridad sin descanso. Antonio Gamoneda

El día apoya delicadezas que nuestro mecanismo de defensa va olvidando.
Se sugieren las formas de lo no dado.
Apoyamos la espalda en látigos invisibles.
Somos sirvientes de la nada.
Fragua cada incertidumbre –con el mismo aire que le da al manzano- esa letanía que despojamos a ojos abiertos.
Ignoramos que ignoramos lo preciado del rescate.
***
Hambre en los ojos.
Ceguera invariable, lentes de licor.
Vapor etílico, manto nocturno.
Pecho de la noche, insinuación.
Abarcado estado de ánimo.
Recargado y somniferoso.
Embriagante lucidez.
Para ignorar todo.
***
El silencio en su huida alcanza a guiñar un despojo.
El aire resume como un jugo en un hueco del espíritu.
Es un juego, como una cita con nadie.
Un encuentro suspendido, no por falta de quienes sino de lugar.
Respiramos en tercera persona.
Y algo innombrable, en éste o en cualquier otro poema, nace de un desvanecimiento.
(Publicado en EL SUBSUELO el 7/9/08)

domingo, 31 de agosto de 2008

Arcabucero

Arcabucero era quien, evidentemente, estaba encargado de activar el arcabuz. Un arma del siglo XVI, de fuego y portátil, que seguramente se utilizó en el cuerpo represivo de Iván El Terrible en la Rusia de esa época. Ese grupo de tareas se conocía como la opríchnina. Y Vladimir Sorokin, el escritor más controvertido de la actualidad en su país, toma esa realidad para trasladarla a la Rusia de 2027. El resultado es una vertiginosa novela (recientemente publicada por Alfaguara) que mezcla ciencia ficción con denuncia. Hay que decir que el narrador aquí es el verdadero arcabucero, lanzando perdigonadas luminosas sobre un aspecto que nadie quiere revisar y que parece asomarse irremediablemente en la realidad de su país.
No en vano Sorokin se formó en la vanguardia rusa de los ochenta y más que nada ligado a las artes plásticas. Como un bello Frankenstein o un caprichoso patchwork, va armando un entramado que hace pasar al lector –con muy buena velocidad de navegación- por las sensaciones de "1984" de Orwell, "Un mundo feliz" de Huxley y también por "La naranja mecánica" de Burgess. Esta última sobre todo por la forma de dragonear que tiene el opríchnik protagonista y por la invención de un vocabulario propio que mezcla lo arcano con lo posmoderno. El arcabuz con los Mercedes.
Pero la construcción fragmentada de la novela, además de darle ritmo y actualidad blogista a la lectura, está hecha con logrados recursos. Reconocibles recursos. Tanto con frases cortas separadas por puntos seguidos como capítulos casi enteros realizados con frases largas, sin el uso de los signos de puntuación. O el uso de largos poemas bajo un formato tradicional.
No obstante, no hay un engorroso intento de ser vanguardista. Más bien de lo contrario: utiliza lo mejor de la tradición novelística para llevarnos por escenas totalmente emparentadas con la sensación de estar observando un film. La ruptura se da por escenas, en todo caso. Como las sucesivas quemas de libros de Dostoievski, Tolstoi y Chéjov en un evidente gesto de parricidio.
Como en una especie de Arca Rusa desenfadada, Sorokin también junta los siglos rusos. Sintetiza la historia con el Disturbio Rojo y el Disturbio Blanco. Mientras un tsunami cubre de agua al Kremlin hasta las cúpulas.

domingo, 24 de agosto de 2008

Lo que hace mover al mundo

Arquímides con su punto de apoyo
y para Madonna un par de zapatos con tacos.
Nosotros con nuestro ritmo de humo
y un ensayo de otoño
nuestro universo es un deseo, algo que siempre está por suceder.

El sueño del sepulturero

"Si estás del otro lado de esta posibilidad, enfríame. Rodéame de sombras. Todo aquí reposa en forma fétida.
...Falseamos rápidamente, imitando un vuelo negro, la apariencia de nuestros estados. Todo lo inerte en mí encuentra un lugar donde conservarse, hasta que el orgasmo disminuye las dudas. Sumergiéndome en tu sexo percibo la tibieza de lo intransferible.
En un beso morado rozamos el instante donde lo rígido se conmueve y lo animado de inmuta".
Termina el sueño. El joven sepulturero renueva el agua, oscuro espejo de la luna, donde cada noche el mármol grabado refleja el nombre de su amante. El sueño se repite, hasta que la muerte no los separe.

Voces menores

El viento guarda otros vientos en su seno.
Son las voces de los siete secretos universales.
El viento es una voz mayor que impide oír a los mortales el sonido humano de los vientos menores. Que deambulan por la eternidad, descifrando las coordenadas imposibles con las que se pueden encontrar los recodos de la Tierra donde pueden ser interpretados los menajes.

(Publicado en EL SUBSUELO el 24/07/08)

domingo, 27 de julio de 2008

Agrimensura del infinito

La esencia de la sabiduría que suministra la literatura (la pluralidad de la realización literaria) es ayudarnos a entender que, ocurra lo que ocurra, algo más está sucediendo. Estoy obsesionada con ese "algo más". Susan Sontag

Poesía como sangrante conjuro
pastor sin rebaño,
el poeta es quien mejor se pierde
Descubre sangre en el silencio
y prefiere un oxímoron a la verdad

La poesía, pero qué es la poesía (...) y yo no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro como a un oportuno pasamanos. Wislawa Szymborska

Campamentos luminosos en la oscuridad,
pero también rama negra
y ojos de muerta
Murmullo sobre la hierba mientras
los idiotas hacen ferias

Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo. Alejandra Pizarnik.

El delirio se da vuelta
el sinsentido es todo lo que rodea al sinsentido poético. Y sólo el corazón se satisface de justicia.
El futuro sólo tiene medida en esa mirada de pastor abandonado.
la infancia no se puede inventar
estuviste ahí o no, ésa es la diferencia
y el precio del rescate es el gran secreto
en la última inocencia

La muchacha halla la máscara del infinito y rompe el muro de la poesía. Alejandra, otra vez.

Pero las palabras ahora son golondrinos que piden destinos
las palabras, ahora que pasaste el muro, están muertas de hambre
ahora ellas quieren recuperar la sangre

domingo, 20 de julio de 2008

Versiones

Dicen (¿a qué misterioso coro adjudicamos siempre ese improbable presente del verbo decir?) que el escritor Lunan Frank Baum imaginó el maravilloso país del Mago de Oz contándole improvisadas narraciones a sus hijos. Mientras narraba las historias de Dorotea, el espantapájaros, el hombre de hojalata y el león, uno de sus hijos quiso saber cómo se llamaba el país donde sucedían los episodios. Tomado de sorpresa, Baum miró los estantes de su despacho hasta detenerse en el último de los ficheros de su contabilidad doméstica, el que clasificaba los documentos de la "O" a la "Z".
Improbable e irónica anécdota. Con el agravante de transformar a un escritor imaginativo en un burocrático padre de familia rodeado de "documentos domésticos". Pero bien vale para pensar en otras conjeturas que desmoldan grandes momentos del pensamiento humano, dejando al descubierto una hermosa fragilidad.
Memorable es aquella del Negro Fontanarrosa en la que arriesga que El Aleph de Borges es en realidad un televisor Hitachi 122, de media pulgada, precursor de los televisores portátiles. Uno de los dos enviados como prueba a Latinoamérica. (Es en el excelente relato "El especialista o La verdad sobre El Aleph", del libro El rey de la milonga y que también fue llevado a la televisión).
Dicen (el mismo coro mencionado al principio) que los oráculos no eran otra cosa que chicas surgidas del más tinelístico casting y que escondidas detrás de una piedra convencían con su sensual voz al que hiciese las preguntas del destino. Y que los apuntadores de esas chicas son los que sirvieron de modelo para lo que luego fue el puesto de secretario de gobierno.
Para la Cábala, Moisés además de las tablas recibió secretos que se puede revelar solamente siendo una mezcla de místico con ingeniero en matemáticas (a pesar de ello le permitieron profesar a Madonna). Para Mel Brooks, a Moisés se le cayó una de las tablas por lo tanto quedaron diez de los quince mandamientos...
Para los Fanáticos del Ironismo, las tablas eran la rutina de Dios con los ejercicios del gimnasio.

(Publicado en EL SUBSUELO el 20/7/08)

lunes, 14 de julio de 2008

Compuesto


Era posible desvestir locuras. Leopoldo Marechal.

Otro día más te despertás formando parte de una caravana
de ésas que reportan las noticias internacionales
ya fueron trastocados para la función de hoy
los chaplines por hitleres
los circos flotan en la bóveda celestial
con sus rutinas congeladas
Hay hombresmanada maquillados de barro para salir en Discovery
nadie se atreve ya a orinar en la bolsa del mercader
el mundo entrega su inmundo amanecer como un parto natural
las gaviotas del paraíso picotean lo que creen felicidad en las montañas de basura humeante
Alguien descubre la partícula de la Gravedad
y observa todo multiplicado por catorce
y muere de desconcierto súbito
Las palabras no son techo, ni plumaje ni hojas del suelo.
Lo que se agazapa es el corazón, como un pequeño animal que quiere huir de un cuerpo muerto.
Es el único puño que resuena, rojo de sonido sordo.
Delator que anuncia "la estampida es para el otro lado".
Es un intento de volver a desvestir locuras, Leopoldo, antes de que "la tierra sea un antílope que huye".
El pequeño animal en su jaula de huesos sabe que el juicio final huele a caravana de Discovery con barro y orín de humanidad fracasada.
Y le empieza a latir que alguna vez una seña desde la puerta será para él.
Tiene el empellón caliente de una urgencia. Cree que va a hacer algo.
Pero una lluvia ácida de 50 mg. de diclofenac sódico y 4 de pridinol mesilato riega el cartílago del riesgo. Y la caravana vuelve a entrar en la TV.

martes, 8 de julio de 2008

Mujik


Has inventado una hermosa bebida. Te has ganado tu mendrugo. Dime ahora cómo has fabricado este brebaje. Juraría que lo has compuesto de sangre de zorro, y así los mujiks se han vuelto traidores como los zorros; luego sangre de lobo, que les hiciera ser crueles como lobos, y por fin, sangre de cerdo, que los ha convertido en cerdos.
-No -dijo el diablillo-. No lo he hecho así. Me he limitado a hacer que cosechara demasiado trigo. En el mismo estaba la sangre de esas bestias; pero esta sangre no podía obrar mientras el trigo le diese apenas lo necesario. Y entonces era cuando no le dolía su último mendrugo y cuando empezó a pensar cómo lo hacía para utilizar el sobrante, entonces le enseñé a beber vodka. Y cuando empezó a destilar, para su gusto el don de Dios en vodka, la sangre del zorro, la del lobo y la del cerdo han salido; y ahora, le bastará que beba vodka para ser al punto como esas bestias.
El diablo jefe felicitó al diablillo, le dio su mendrugo y le hizo ascender un grado.
León Tolstoi.

Los árboles como cadavéricas manos en gesto de pregunta asomando en la estepa nevada.
Los cuervos y su música de cementerio. Hay que crear algo.
¿El hombre es el hombre y su circunstancia?
¿Es un proceso convertir a un campesino pobre en un príncipe chupasangre y corrupto?
¿Hay derretimiento poético de la nieve en la construcción de este hombre? ¿O simplemente queda convertido según le ha pegado el viento, como si fuese un muñeco de nieve expuesto a las inclemencias del azar? ¿Y el zar?
Gogol se encargó de humanizar a los cosacos en Taras Bulba. Y en Almas Muertas (¿la mejor novela del mundo?) el mujik es venerado y santificado en alcohol.
La traducción de mujik (que en realidad debería pronunciarse muyik) es "hombre". Como si ese campesino que se desloma, fuese el único ser capaz de poder llevar esa denominación.
Pero cuando deja de ser semi-siervo y se le da poder sobre la tierra y sus empleados, largas novelas slavas lo vuelven a caricaturizar como corrupto, egoísta, ventajero. El hombre y su circunstancia.
Así las cosas, los mujik se vienen a emparentar con la prostituta de Bola de sebo de Mauppasant. Seres utilizados por la "patria" y que según la ocasión pueden ser elevados a santos y luego descartados y vueltos a descategorizar hasta el punto de la nada.
¿El hombre es el hombre y su circunstancia o solamente es circunstancia?
Quizás los mujik no hayan sido más que un invento literario, para poblar de viento frío y concientizador las novelas que más bucearon por el alma humana.
Quizás sean el triunfo de la leyenda por la leyenda misma. El rostro de los sin rostro y cuya silueta se ilumina o se apaga según los devenires y las conveniencia de la Historia. Una Historia que cada vez más se dibuja sobre nieve, poblada de sombras a medio definir, con susurros sospechosos más que con verdades vociferadas.
Quizás los mujik fueron armados con el primero de esos susurros en alguna helada estepa siberiana.

lunes, 30 de junio de 2008

Continuación de una idea

"Imaginé que en el año 2132, en una tecnocracia donde ya nadie lee, un niño llamado Blas, que nunca ha visto un libro, inventa el libro". Enrique Anderson Imbert.

¿Dónde guardar los pensamientos? Nunca imaginó recibir el año 2024 con esa preocupación. Es que de veinte años a esta parte casi nadie imaginó siquiera la posibilidad de recibir el año 2024. De todas maneras la humanidad había llegado hasta allí. Cuando decimos de todas maneras, es eso, con lo que se imaginen.
Néstor pensó esa mañana dónde poner los pensamientos, cómo registrarlos e incluso analizar si la tarea de pensar valía la pena.
En el último lustro nadie había hecho nada para sacar lustre a ninguna idea. Los líderes eran perfectamente tan nefastos como para no defraudar ni al más imaginativo de los pesimistas del pasado. Palabras como intimidad e identidad, luego de un par de años de confusión una con otra, fueron desapareciendo del habla.
Y era con las palabras que Néstor tenía problemas. Al menos en las primeras horas de la mañana inaugural de 2024.
-"Yo me acuerdo, veinte años atrás..."- arrancaba con esa frase en su mente pero algo ocurría con las imágenes que tendrían que seguir a continuación. Esa frase ponía en acción una luz láser persecutoria y desde el exterior craneano llegaba un haz que fulminaba a los pichones de pensamiento de Néstor.
Conviene ilustrar que 2023 había sido un gran año para la humanidad a juzgar por la gran esperanza que significaba haber arribado al millón de habitantes a nivel mundial.
Néstor decidió que pensar valía la pena y se abandonó a ese deseo sin más.
Pero volvió a la preocupación inicial: "¿dónde guardar los pensamientos sin que corran el riesgo de perderse? ¿Dónde colocarlos usando la vieja simbología, la de unir una letra detrás de la otra? ¿Cómo hacer para que no sean intervenidos por la telepatía del barrio o, peor, por la de la policía? ¿Cómo hacer para seguir pulsando esos símbolos cuando no haya energía eléctrica? ¿Cómo estar seguros de que esos registros no se borrarán por accidente o por atentado, como ya sabemos que pasó con varias cosas que no conviene (o no podemos) recordar? ¿Qué hacer para que esos pensamientos sigan vivos hasta llegar a la mente de otro sin la intervención de la policía global?
Néstor ya no podía parar de pensar. Y comenzó a diseñar esos pequeños martillos de metal que haría pegar contra un rollo de cinta entintada y que le permitirían dibujar sus pensamientos de forma imborrable mientras producían música.

(Publicado el 29/06/08 en EL SUBSUELO)

domingo, 22 de junio de 2008

ABC del Derrumbado

ABATIDO: Hasta para bañarse pedía que le tiren la toalla.
AIRE: Elemento gaseoso que, por falta de tiempo, quedó fuera de estudio por parte de Nicolás Maquiavelo (El Príncipe) para resolver la forma de expropiarlo.
ALGO: Mejor es Nada.
CALLE: Arteria que suele quedar obstruida con recuerdos de despedidas.
DEMAGOGIA: Forma de discurso que rechazamos cuando en sus frases no figuran ni nuestros nombres ni nuestra condición.
FANTASTICO: Adjetivo que una mayoría utiliza para señalar bienestar. Para otros, género literario al que pertenecen la mayoría de esas realidades.
FIRMEZA: Velocidad superior con la que a algunos les tiembla el pulso y que produce el efecto de mano quieta.
MANO: Parte del cuerpo que, leída a tiempo, puede advertirnos de lo que vale la pena tomar con ella. Luego las líneas se hacen borrosas, pero ya poseen una verdad hipnótica.
MONEDA: Unidad de medición de la Ilusión. Todo lo que el dinero puede comprar, es un engaño.
MONUMENTO: Histeria de la Historia con la que se representaba a una persona en piedra o hierro para ensalzarla y con el correr de los años, arrastrarla mediante una horda indignada. La aceleración de los tiempos modernos llevó a que ambas prácticas se lleven a cabo mientras la persona aún está viva.
OPERAR: Actividad que es mucho menos peligrosa ejercida por un cirujano que por un político.
PACIENCIA: Palabra que suena a horrible "paz de la conciencia".
PARQUE DE REGRESIONES: "Se anuncia la partida hacia la infancia por Hamacas Voladoras".
SABANAS: Primer telón que se descorre para empezar a actuar el día.
SILENCIO: Aleación con la que se sueldan los adioses definitivos. Lacre invisible y ardiente. Lluvia sin sonido.
TRAMPA: Palabra que siempre se pronuncia cuando ya estamos adentro de ella.
VISIONARIO: Individuo con poder de predecir el futuro luego de haber estudiado profundamente el pasado.

(Publicado en EL SUBSUELO el 22/06/08)

lunes, 16 de junio de 2008

Doctor, sigue esta fiebre

Un amigo vendedor de globos y una amiga saxofonista me presentaron al pintor Stephen Roberto Koek-Koek y, por añadidura, al poeta Jorge Escobar Uribe (Claudio de Alas). Los dos convivieron en la lejana década del diez en una casa de Banfield.
El pintor era inglés (el Museo Dámaso Arce guarda un original en su depósito) y el poeta terriblemente colombiano, como su doble apellido lo atestigua. Qué datos inútiles, sin embargo, son estos últimos. Vale más decir que se trató de una unión de almas como las que se repiten cada dos millones de años. Como si Artaud y van Gogh se hubiesen conocido y hubiesen vividos juntos por un tiempo. Ellos fueron van Gogh y Artaud de alguna manera.
Hay quienes prefieren catalogar a los artistas por el modo en que tratan a los únicos cuatro o cinco temas universales que realmente existen. El más importante de ellos quizás sea la muerte. Y las diferenciaciones vienen por el lado de quienes ven a la muerte "desde adentro" o quienes la ven "desde afuera". Claudio, como eligió llamarse el poeta, y el sonoro Koek-Koek, no sólo lo hacían desde adentro sino que además le dieron un tratamiento tan inusual como intenso: "Dadme el beso callado y no comprado (...) Señora, y a mi lado, estrechemos los músculos desnudos para dormir...". Así escribió el poeta diez minutos antes de "abrirse la frente de un tiro", como explica Juan José de Soiza Reilly en un registro de la época. Se trata del poema "Mientras anda la hora", que comienza con la línea: "Doctor, sigue esta fiebre" y en el que Claudio de Alas deja brotar su otro gran tema universal: el tiempo. Este colombiano tórrido que a los 32 años se despidió con un "Quiero dormir" en una carta a su hermano.
Soiza Reilly fue realmente un protector de Claudio y su obra (mi amigo vendedor de globos y mi amiga saxofonista me dejaron tener un libro de Paver Editora de 1978 que él recopiló póstumamente). Después vinieron los escombros sobre la literatura argentina que al ser despejados se llevaron con injusta desmemoria a almas tan valiosas como las de Jacobo Fijman, Rodolfo Wilckok y tantos otros.
Claudio, el poeta que quedó en el oscuro patio banfileño de su amigo Koek-Koek, le pide al fiel perro del pintor que lo acompañe en su última aventura y se lo carga en ese lengüetazo postrero de oscuridad.
Atrás quedan obras escritas como "Psalmos de Muerte y Pecado" y una gran cantidad de textos inéditos que el poeta confía a Soiza Reilly. Y También queda recorrer el otro camino el de Koek-Koek y su locura extraordinaria. Un paisaje visual por un tipo de expresión que sólo puede tener un parangón con la vitalidad corpórea de Goya.
Un Koek-Koek que también tuvo que buscar cuartos ensombrecidos para no caer en el encandilamiento de la oscuridad más reveladora. Fue hasta que quiso entender a la parca porque sí.
Y mientras tanto, doctor, sigue esta fiebre.

(Publicado en EL SUBSUELO el 15/6/08)

martes, 3 de junio de 2008

Territorios no dichos (Sobre un libro de Roberto Glorioso)


A veces no son los ríos los que nos llevan al mar, sino los poemas.
Ocurre que un libro nos llega por correo. Y en ese gesto vuelven a existir sin solución de fugacidad las palabras "libro" y "correo".
Un sobre le echa un gris amarronado al mundo. Damos bocanadas de ahogado con las manos para abrirlo.
El vertedero humano ha estado entristecido de fuego en los últimos años, por lo que todos los mensajes se hicieron de guerra.
Abrimos el libro y el papel nos corta los dedos. Es helado el viento de la indiferencia que abarca lo simbólico.
Los mensajes no se hicieron indescifrables, se hicieron innecesarios para una turba que nos oscurece encandilando.
A veces las bendiciones no son espirituales sino que se tocan, como Una tierra no prometida que nos llega en el Ultimo Reino. Tal el nombre del libro, tal el nombre de la editorial del autor azuleño Roberto Glorioso.
A veces las palabras ni se escriben ni se dicen: se exhalan. Así llega la primera arenga de aire:

Los cepos esperan animales
crecidos en perversión
de baldíos
y mármoles
Limpiamos un poco el silencio para seguir, como si hubiese guerra en el paraíso.
Qué desarmado queda todo lo externo. Un biombo de tres hojas: "Insinuación de lo sagrado", "Máscaras sin reverso" y "Mural y espejismos" nos han separado de lo obvio.
Se sabe que:

Aquí ocurre el mundo
Donde muere sin tregua
lo que amamos
Los incendios son territorio devastadores en las pupilas.
Antes del poema final, demoledor, se anuncia el alivio:
La arenosidad
de la noche
asalta su presa
sin tácticas
ni militancias

Tierra no prometida. Ultimo Reino. Nadie quiere abandonar la trinchera, Roberto.
La estocada, nada menos que de Hugo Mujica, respira en la contratapa:

Así la cercanía de tus poemas, la distancia que no separa, así esa "Tierra No Prometida", no prometida pero pudorosamente anhelada, como si en ese anhelo nos la prometiésemos unos a otros, claro, con el pudor de la palabra: con la palabra poética. Esa, que entre todos, también en tus páginas, vamos narrando, nos atrevemos a nombrar, nombramos para habitar.

lunes, 26 de mayo de 2008

Pólvora sin puntería

Hay humedades de festejo
la claridad huye del poema
(alergia de pensamiento)
una estampida de destinos
arqueólogo varado
que sólo encuentra
aguja en los pajares
contar con toda la pólvora
y nada de puntería
todo se hace palíndromo
si (no) se sabe leer

Disimulado látigo

Una tarde de la infancia en la cocina entra en coma.
Hay que recordar antes de saltar de las sábanas.

El día es ácido sobre la nostalgia.

Futuro

Alguien encuentra una estrategia sin conocer bien el juego.
Sostiene soluciones como un ramillete de globos en la plaza.

Una mano en la oscuridad despierta la humedad donde se empezará a gestar la generación que pagará caro esa sonrisa.

Al final fue noviembre

Al final fue en noviembre
cuando no vimos pasar a los novios
Ninguna caravana globalizada nos deja bien
no nacimos para ninguna catástrofe
Al final fue noviembre
y tu mano aferrada a mi nervio.

(Publicado el 25/5/08 en EL SUBSUELO)

lunes, 19 de mayo de 2008

ABC del Derrumbado

Angustiarse: Ser.
Bohemio: Estar a la orden de la noche.
Código: Todos los códigos son mafiosos.
Cáustico: Persona que toma precauciones con humor.
Director de orquesta: Rabdomante fracasado que hace caer la gota gorda para, de vez en cuanto, encontrar música.
Emoción: Sensación que queda entrampada entre el cerebro y el corazón.
Ensayo y Error: Teoría que fracasa al considerar la posibilidad del ensayo.
Escuela secundaria: Según el cine norteamericano, lugar donde los sicóticos se forman para matar a sus ex compañeros.
Habilidad: Todo se rompe en mis manos, menos las historias.
Hipoteca: Toma legal de rehenes con régimen domiciliario.
Ingobernable: Sin tasación.
Moralista: Individuo al que le gusta ser llamado "un libro abierto" al tiempo que se encarga de cerrar los libros de los demás.
Ojo: Organo que sirve para envidiar. Fig.: órgano de la división.
Opíparo: Persona que molesta por su opulencia, pero más por la cacofonía.
Optimo: Estado alucinatorio.
Oráculo: Lugar donde por fin escuchamos la respuesta que queríamos oír. Amplificador de caprichos.
Rabdomante: Director de orquesta fracasado que busca conciertos de agua.
Sentir: Mentir con la piel.
Solapa: Parte del ser humano que sirve para sacudirlo.
Solitario: Emprendedor.
Trabajar: Actividad que permite al individuo descansar del consumo.

(Publicado en EL SUBSUELO el 18/5/08)

domingo, 27 de abril de 2008

El Diablo frente al espejo

Amanece en el averno. Los descarriados, por única vez en el día, forman fila.
Es otoño.
El titán rojo sacude, con sus cuernos de azufre, la pereza de un alba mortecina.
Es otoño y hace frío.
Los indisciplinados acomodan sus agendas de crímenes, sin saber que sus procederes se ajustan a la eterna rigurosidad, que en cierta forma es su disciplina.
Es otoño, hace frío, llegan muertos.
Satán se queda solo por un momento en su morada.
Salvo sus cuernos de azufre, ningún otro símbolo se refleja en su alma.
Es otoño, hace frío, llegan muertos, los cielos cambian.
Belcebú sigue ahí, de pie. Cerca hay un espejo. Todavía no se ha mirado.
Es otoño, hace frío, llegan muertos, los cielos cambian, los dientes rechinan.
La decisión está tomada. El Diablo extiende hacia un costado –sin mirar- su brazo izquierdo. Un destello recorre el recinto, un pensamiento: -"¿Puede llegar a cansarme la muerte eterna?"
Con la mano descorre las telarañas que llevan casi tres milenios cubriendo el cristal. Gira. Se mira.
Dios en el espejo.

(Publicado en EL SUBSUELO el 27/3/08)

domingo, 13 de abril de 2008

Fronteras

El que cierra los ojos se convierte en morada de todo el universo. Olga Orozco.


Señales para mudar de tristezas
cada parpadeo hundido en el tiempo
desafora tu colección inútil
se pudren uno a uno tus recuerdos
Te cambian el hilo con el que hilvanan
a marionetas que simulan un destino
fraguan -asombrosamente- los escombros que
temblaban bajo tus pies
Nadie lleva sin traer
hay un vislumbre en pleno amanecer
fuego sobre fuego
se monta la ceremonia que te inicia
y despide a la vez
Consagrado a la nada, volteás para
controlar a la caravana invisible
alguien te ayuda desde estas palabras
cuando flaqueás en el desierto
***
Lo percibís en alucinaciones
pero es inmutable el traspaso:
una vez allá:
¿se constata una belleza en ruinas?
¿cuántos salmos te libran del laberinto?
¿cómo nacen los conjuros?
¿crece pasto en los bordes del umbral?
Convertido en salvaje en lo salvaje
el aullido pasa inadvertido
un nuevo aleteo de párpados
dilata las pupilas
para que vuelvas al vértigo de lo inmóvil

(Publicado en EL SUBSUELO el 13/4/08)

lunes, 7 de abril de 2008

ABC del Derrumbado

Anochecido: Barbarismo poético.
Boca: Filtro del corazón que suele apolillarse con los años.
Camino: Fin último, aún más allá de la meta.
Discreción: Empeñar un secreto con unos intereses que no tienen nada de discretos.
Disuasión: Poder adquisitivo.
Dramaliturgista: Poderoso orador que se aprovecha de los rebaños sedientos de demagogia.
Emblema: Encañonar, apuntar.
Entusiasmo: Desinformación.
Fervor: Sentimiento en decadencia por la asucencia de personalidades que lo merecerían.
Fúnebre: Sin maquillaje.
Indecisión: Claridad que como don también trae el consuelo de la intermitencia.
Longevidad: Beneficio al que todos quieren acceder sin sus efectos secundarios.
Opinión: Perfección del escudo.
Pasado: Patíbulo en el que nosotros tenemos los atributos del verdugo.
Razonamiento: Secreción tóxica.
Tolerancia: Impuesto que un gobierno puede decretar por necesidad y urgencia.
Virtuosismo: Categoría que otorga el espejo y no el público.

viernes, 4 de abril de 2008

A través de los relojes de la tarde

Borges hace girar un reloj de arena sobre un peñasco en Sierras Bayas y comienza el juego. El lugar, evidentemente, se transforma en La Mancha.
Lo primero que tenemos que sortear es a un grupo furioso de neologismos que se nos quieren adherir en la cara.
Luego, la culpa al atarnos la capa de la irrealidad, como si lo que quedara del otro lado de la puerta fuese una realidad que mereciera respeto. Como si un compromiso fuese mayor por sostener el absurdo que impone una mayoría ciega.
Crujen aspas de madera. Pesadas. Son verdaderos relojes de la tarde.
Como en un cuadro de Picasso, ahora la medición del tiempo atraviesa una etapa cubista. Los compases (minutos, segundos) se montan y se desmontan en enormes bloques cuadrados. Y no sabemos cuánto falta para un juego que no entendemos. (Como si el que dejamos allá abajo fuera más creíble).
Ciertamente debería haber cerca del lugar un conejo con sombrero, para que nos indique atajos. Es evidente que Borges ha confeccionado el juego junto con Carroll, tan amantes los dos de las matemáticas. Pero la magia no está en transformarse en Alicia o en descubrir una gruta más panóptica que El Aleph.
Cabalgamos sin ladridos. Ahora es el silencio y sus espirales lo que se transforma en este cuadro móvil. ¿Es el aire el que se ha quedado ciego?
Mirando a trasluz, como quien busca el efecto del arco iris, podemos observar que se trata de una pared invisible que nos protege de una horda carnívora de lugares comunes.
Igual que una difunta Correa, vemos del otro lado al asombro amamantar al lenguaje, famélico.
Un pequeño garito de palabras que guarda sus últimas provisiones. Nos acercamos como a un polvorín olvidado. Adentro de él todavía hay temperatura. Pero lo vemos siempre desde el otro lado del cristal.
El juego comienza a tener una multiplicación sensorial. Como si de pronto pudiésemos elegir varias posibilidades paralelas para sentir.
Borges es una figura multiplicada en la lomada. Rompiendo la gravedad, esa figura rodea la circunferencia de la montaña, lo que ofrece a un Borges parado, inclinado, de costado, invertido. Por lo tanto el reloj de arena marca simultáneamente un comienzo, un entretiempo, un final.
Es la última broma en forma de reglamento.
No hay tiempo para buscar lo que no sabemos y a la vez no podemos dejar de buscar.
Cuando vuelvo la cabeza hacia la pared de vidrio, veo que alguien que es yo está del otro lado.
No sé cuál de los dos sigue con este juego.

(Publicado en EL SUBSUELO el 30/3/08)

domingo, 23 de marzo de 2008

Siete haikus de ausencia

Desnudo grito
es la noche adentro
de tu aullido
....
El silencio es
la voz en que resuena
tu ya no estar
....
A plena luna
la muerte duda de su
propia mortaja
....
La brasa no es
ceniza mientras cree que
es el futuro
....
Tengo la llave
de una puerta a la que
nadie llamará
....
Por este río no
pasarán las tardes que
jamás me diste
....
Tablero vacío
de un juego que nunca
aprenderemos

Canción
La tarde de sábado ofrece una tregua
voy mente adentro
me debía esta visita.
Corredores olvidados
o que recién existen ahora,
en el recuerdo de nunca haber estado.
Hay infinito en esas sensaciones
que creíamos desactivadas para siempre
un loco murmurador
por túneles cerebrales
heridas que se quedaron sin piel
saliva humedeciendo senderos
que nunca estuvieron en los planes
Es sábado a la tarde haya afuera
pero no voy a volver
no esta vez
tengo preparado un reemplazo
cuando me saludes esta noche
el abrazo te dirá que me he perdido para siempre.

(Publicado en EL SUBUSELO el 23/3/08)

domingo, 16 de marzo de 2008

Yo amo la pared


La "milenaria" tradición de la televisión japonesa ha invadido las pantallas de los hogares argentinos para mostrar un juego que consiste en atravesar un muro. Pared que se mueve hacia el participante y que viene insinuando la silueta con la cual pasar al otro lado. Hermosa metáfora de lo que sería una "dificultad con instrucciones". Para completar la parodia, se provee al intrépido participante de un caso.
A veces, habría que leer también con casco, para que no se nos escapen los conceptos. Porque traté un poco en recuperar estos fragmentos de Memorias del Subsuelo, de Fedor Dostoievski:
"Usted no puede protestar: dos y dos son cuatro. A la Naturaleza no le preocupan las pretensiones de usted; no le preocupan sus deseos; no le importa que sus leyes no le convengan a usted. Está obligado a aceptar (...) el muro es el muro".
Eso es lo que le dice el supuesto lector (nosotros) al personaje. Y él responde:
"Evidentemente, no podré romper ese muro con la cabeza, ya que mis fuerzas no bastan para ello; pero me niego a humillarme ante ese obstáculo por la única razón de que sea un muro de piedra y yo no tenga fuerzas para salvarlo".
Agrega:
"¡Como si ese muro pudiera procurarme alguna paz! ¡Como si uno pudiera reconciliarse con lo imposible por la sola razón de que se funda sobre el dos y dos son cuatro! ¡Es el mayor absurdo que puede concebirse!"
Por favor, permitan un párrafo más:
"Cuánto más penoso es comprenderlo todo, tener conciencia de todas las posibilidades, de todos los muros de piedra, y no humillarnos ante ninguna de esas posibilidades, ante ninguna de esas murallas si ello nos repugna; cuánto más penoso es llegar, siguiendo las deducciones lógicas más ineludibles, a la posición más desesperante (...) sin dejar de pensar que ni siquiera podemos rebelarnos contra nadie, porque, en suma no tenemos enfrente a nadie".
Bien. ¿Se dan cuenta del aporte de la televisión milenaria de Japón? Hay algo más penoso aún para agregar a la lista demoledora de Dostoievski: mientras atravesamos la pared, advertimos que era de tergopol.
Por eso yo amo mi pared y la distancia que conservamos.

(Publicado en EL SUBSUELO, el 16/3/08)

domingo, 9 de marzo de 2008

La fábrica de hombres bomba y la venganza del lanzallamas

¿Qué quereis de mí? ¿Es mi alma o mi dinero? Si de uno carezco y la otra es una anomalía en esta vida... Nacho Vegas.

Volar desparramando fragmentos de humanidad luego de rodearse el cuerpo con explosivos no es una hermosa costumbre privada solo al fundamentalismo islámico. Es muy común, aunque no tan vistoso, que se preparen bombas humanas en otros lares. Pero con la diferencia de que los detonadores son ajenos y se accionan sin la voluntad del detonado.
Hay personas, grupos, modas, que van ingenierizando de manera arácnida la estructura para provocar el estallido de los que se destacan. E incluso esos estrategas tienen seguidores que continúan buscando dónde colocar una nueva mecha a los pedazos de quien ya no está más.
Un caso de la literatura argentina podría ser Roberto Arlt. A la situación de hombre - bomba, en este caso, habría que agregar un poco de gusto propio de Godofredo por los kamikazes y un poco de paranoia propia de la época. Arlt tuvo y tiene personas y personajes alrededor que en apariencia lo fortalecen y que muchas veces dinamitan por dentro. Entre críticos y protectores, él siempre sacaba la misma conclusión: seguir tirando cross a las mandíbulas. Es lógico que quien escribe como peleando, se canse o explote. El resultado es una maravillosa supernova que rara vez se ve por los cielos literarios.
En una mezcla de ayuda y perjuicios, Arlt tuvo a Botana, a Carlos Muzio Sáenz Peña (director de El Mundo que se afanaba en disimular los errores ortográficos del autor de Los siete locos), también a Julio Cortázar con unos "apuntes de reelectura" que fueron utilizados como arrogante prefacio para sus obras completas, a Beatriz Sarlo, a Ricardo Piglia (rescatador mayor) y Silvia Saitta, una investigadora del Conicet que está dando las pinceladas más nuevas al reeditar su "El escritor en el bosque de ladrillos".
Cortázar, por ejemplo, tiene esta cruel ternura en su prefacio: "Cuando tenía catorce años, me inició en los deleites y afanes de la literatura bandolesca un viejo zapatero andaluz..." -cita de El juguete rabioso-, y luego se pregunta: "¿Qué leíamos Jorge Luis Borges y yo a los catorce años?" No solo tratando de explicar la supuesta marginalidad de Arlt, sino componiendo un podio nacional en el que él estaría, por lo menos, en el cubo número 3.
Es extraño, por otra parte, que un escritor periodista (o el inventor quizás de una conjunción de las dos cosas como todavía no había) y que escribió tanto y de manera tan biográfica y realista, necesite hoy tantas biografías analíticas. No es para atentar contra el mercado editorial y este tipo de género. Siempre ayuda una investigación seria. Pero leerlas debería ser un paso posterior al de conocer las obras completas del biografiado.
"Pensá que yo puedo ser Erdosain, pensá que ese dolor no se inventa ni tampoco es literatura" (cita Saitta de una carta de Arlt a su hermana). Y no sabemos a esta altura si esa cita a lo Flaubert ("Madame Bovary soy yo") es genuina o surge porque ya empezaban a dar resultados los planes de los armadores de bombas en su cabeza.
Roberto Arlt -que murió de una tortura invisible a los cuarenta- era un lanzallamas. Y a un lanzallamas parado en una esquina de la literatura le gusta que miren su espectacular chorro de fuego, no la forma cómo está parado o el color de los pantalones.

(Publicado en EL SUBSUELO el 9/3/08)

domingo, 2 de marzo de 2008

Los clásicos y el ahorro

A lo largo del tiempo, nuestra memoria va formando una biblioteca dispar, hecha de libros, o de páginas, cuya lectura fue una dicha para nosotros y que nos gustaría compartir. Los textos de esa íntima biblioteca no son forzosamente famosos. Jorge Luis Borges

Cuando no confundimos clásico con conocido y emprendemos la búsqueda de aquellos títulos majestuosos o autores imprescindibles, cualquier librería de viejo se transforma en una interminable casita de chocolate.
Los clásicos son la base de la fortuna de nuestra futura biblioteca.
Al ahorro lo provocan tanto en el bolsillo como en la cabeza. Primero porque siempre los encontramos en los anaqueles de ofertas, resistiendo al brillo engañoso de lo nuevo, con el esplendor opaco de las primeras ediciones.
Segundo, hay un ahorro de neuronas. Porque por cada clásico leído, uno deja de prescindir de infinidad de títulos mediocres, insulsos, plagiarios, pretensiosos, que sin esa vacuna previa podrían habernos engañado al punto de hacernos hablar maravillas de una obra que luego comprobamos insignificante.
¿Quién habrá inventado eso de poner la palabra aburrido al lado de clásico? Justamente, el universo vasto de las genialidades literarias es lo que nos permite enterarnos de que la navegación es infinita. Es imposible aburrirse buscando y también es imposible hacerlo mientras disfrutamos del tesoro hallado.
Los aburridos deben ser los que se cansan. Y los que se cansan, quizás debieran motivarse con otras cosas. Que las hay y muy valiosas.
Un clásico tampoco es un templo sagrado. Adentro de un clásico se puede gritar o incluso retirarse antes de que termine la ceremonia. De otro modo es imposible poder seguir descubriendo aquellos libros por los que hemos nacido con un gen lector.
No daremos nombres de fiascos o una lista blanca de los clásicos que más atraen. Sería la miseria más ridícula. Pero si podemos mencionar dos obras y dos autores que pueden ser una especie de guía para nuestra visita a la casa de chocolate. Con lo que el ahorro ya sería triple, porque ellos hablan desde su propio clasisismo de las obras que más les impactaron:
Uno de esos textos es "Los libros en mi vida", de Henry Miller (que deberá ser requerido a un amigo lector de los más dotados, porque hay dudas sobre su reedición). El otro es "La biblioteca personal de Jorge Luis Borges", donde con brevísimos prólogos, el más útil de los clásicos de estas pampas nos tiende una alfombra invalorable en el camino al placer de lo añejado atemporal.

(Publicado en EL SUBSUELO el 2/3/08)

martes, 26 de febrero de 2008

Cosas de viejos

La pareja de ancianos bajaba cansinamente a la playa. "La hora en que los viejos buscan caracoles", dijo el muchacho a la muchacha mientras subían el médano luego de fatigar la madrugada. Y se quedaron pensando largamente con malsana ironía sobre los achaques y sus teatrales decadencias.
Los viejos se agacharon cerca de la escollera vieja y comenzaron a remover las algas entre las piedras.
Allí depositan los cangrejos tiernos huevos que si se desayunan antes de que el sol complete su redondez fueguina sobre el mar, se transforman en el más efectivo elixir de la eterna juventud.

Vértice oceánico - celestial
Lento, de lentitud poética.
Arrasado por un maremoto dentro de un caracol.
Herrumbre
¿Por qué nos quedamos fijos mirando el esqueleto de un barco inclinado con los hierros retorcidos por los tarascones del mar, mientras ignoramos en el horizonte a las naves que llenan sus buches con peces que saltan?
¿Qué tiene la herrumbre?
Al costado de la noche
El agua llega y llega
hasta este muelle
y el aire salado cuenta historias,
que de noche se enfrían
se enfrían hasta el mar.
La mente se va y se va
hasta que ya no vuelve
y este momento es tan distante
como el horizonte buscando la mañana,
buscando y perdiendo la mañana.
Mi mente y el mar
llegan hasta este muelle
llegan y se van, sin saber
que hay más historias
al costado de la noche
(Publicado en EL SUBSUELO el 24/2/08)

lunes, 18 de febrero de 2008

A los rayones

Subrayar libros es la marca del lector ideal, sostiene Alberto Manguel en su larga lista de condiciones para transformarse en ese cómplice perfecto que todo autor busca para su obra.
En esta actividad, que hoy tiene franca decadencia, vapuleada sobre todo por el más cómodo e incandescente copiar-pegar, hay todo un trabajo de reescritura. Y de revalorización de los fragmentos. Un libro personal, confeccionado por todos los párrafos que alguna vez señalamos con flúo, con doble rayado en el renglón o con desprolijos corchetes en los márgenes, sería una tarea reconfortante. Empresa similar han encarado autores importantes como Bioy Casares con su conocido “De jardines ajenos”.
Pero a la hora de salvar del naufragio de polvo a los libros, ¿cuáles son los parámetros para medir la importancia de los párrafos que merecen botes salvavidas? Seguramente nos podríamos avergonzar de muchas marcas hechas en el pasado, discutir con algunas otras que ahora se empapan del rocío del presente y, lo mejor, encontrar otras que recién ahora tienen sentido. Frases o párrafos que alguna vez subrayamos sin saber bien por qué y que al redescubrirlas hoy nos hablan más claramente. Como si hubiésemos sido autoprofetas de nuestra necesidad intelectual del futuro.
Un valor importante para tener en cuenta a la hora de este rescate, es lo afectivo. El de las lecturas hechas con el corazón bombeando más ruidosamente que el muchas veces desconsiderado cerebro.
Así, Daniel Penac en “Los derechos imprescindibles del lector” nos seduce afirmando que “es prudente reconciliarnos con nuestra propia adolescencia; odiar, despreciar, negar o simplemente olvidar al adolescente que fuimos es en sí misma una actitud adolescente, una concepción de la adolescencia como una enfermedad mortal. De allí la necesidad de que recordemos nuestras primeras emociones como lectores y de que le levantemos un pequeño altar a nuestras viejas lecturas, incluyendo las más ´tontas´. Desempeñan ellas un papel inestimable: emocionarnos por lo que fuimos al tiempo que nos hacen reír de lo que nos emocionaba”.
Qué diferente es, sin embargo, subrayar para estudiar. Se trata de cápsulas para digerir y, en su momento, descartar del organismo. Por más pasional que sea el estudio, estamos buscando la forma de sintetizar lo incómodo.
Pero a la hora de registrar con líneas torcidas por el apuro del goce, estamos armando un mapa endeble y al mismo tiempo maravillosamente misterioso. Con los trazos de lo que seremos en el futuro, aunque a veces tengamos que volver a mirar bien para reconocernos en esa olvidada tarea de cartógrafos.

(Publicado en EL SUBSUELO el 17/2/08)

Cuarenta

La vida pasa/y el corazón está listo./Fatigado/Y la noche de nuevo llega/(...) Y raramente recordamos/que fuimos incendio. (Interpretación libre de Alexandr Block)


El sistema nervioso central como comando radioeléctrico.
Ya no buscamos señales en los árboles en el codo de la edad.
Somos la mitad de lo que pudo ser.
Llagas adentro, auspiciamos la ruta de los buscadores de opio.
Descorchamos el placer de reserva.
A algunos deseos le crecen pequeños retoños de muletas.
Y buscamos superficies aterciopeladas para posar el gusto y el olfato.
Eso que antes se deslizaba piel con piel, ahora debe raspar.
Sólo nos apetece lo que tiene gusto a haber vivido.
Hemos saltado a un costado del incendio.
El invierno viene cada vez con más secretos.
Compramos noches premoldeadas.
Vemos los impulsos en DVDs de archivos.
Y después de los túneles
de las arterias semiabandonadas
de la exaltación ensayada
tragamos saliva como si fuese licor
y sonreímos con todos los cascabeles del disimulo.

(Publicado en EL SUBSUELO el 10/2/08)

lunes, 4 de febrero de 2008

ABC del Derrumbado

Apelar: Levantarse cada mañana.

Ciclotímico: Abnegado caballero que no utiliza la carcasa cultural.

Excentricidad: Cualidad humana para la que es imprescindible ser millonario o al menos tener dinero para coimear a la enfermera del manicomio.

Excepción: Mercadería que puede ser adquirida sin problemas de convertibilidad internacional.

Generación: Grupo de personas que coinciden en el tiempo y disienten en todo lo demás.

Lanzallamas: Locuaz. Orador convincente.

Léxico: Acuerdo para mentir en la misma dirección.

Materialismo: La manera más barata de poseer a un idiota.

Moda: Frivolidad que luego el tiempo convierte en arte.

Párpado: Membrana sensible al mundo unas 20 veces por minuto.

Peine: Mascota que ya no nos sirve cuando comenzamos a encariñarnos con ella.

Profundidad: Característica que alguna vez compartieron el mar y las ideas.

Puerto: Ultimo lugar del amor antes de hacerse anfibio.

Sonámbulo: Cuerpo que no puede resistirse a la tentación de usar el subconsciente.

Trascendencia: Materialismo del intelectual.

Ventaja: Egoísmo con testigos.

(Publicado en El Subsuelo el 3/2/08)

domingo, 27 de enero de 2008

Perpetuo

¿No notaste que a veces las bombas caen desde adentro?
Cuando la cólera no es mensurable
y el arrebato viene de otros vientos
y el hambre no proviene del estómago
El verso amargo e ineludible
que te obliga a hacer pie sólo para los demás
ese equilibrio que te saca de tu centro
esa barricada contra la discordia
como un decreto que firman encapuchados
en una oficina celestial
Una lluvia en el centro del sol.
Tu problema con la felicidad es de velocidad y de tiempo.
Levantaron las carpas de la caravana mientras desayunabas.
Un silencio pide el retorno de todo.
La claridad te sorprende saciado.
Llegás al fondo del jeroglífico cuando ya a nadie le importa el secreto
Testigo, como en visiones, amontonás las imágenes que salvan de cualquier naufragio.
Pero el corazón pesa más que el ancla.
En remolinos te abandona la razón
Un templo de argumentos queda hecho cenizas
Las palabras se agacelan
Pegan saltos de liebre las definiciones
Y, triste y demencial, abandonás a tu última aliada: la inseguridad.
Te despertás adentro de un sueño para comprobar que nunca serás inconsistente.
¡Ah!, elocuencia de lo inconcluso.
Certeza de indecisión infinita.
Alguien te certifica que se extinguieron los claroscuros.
Boquean los dos últimos peces flacos de la contradicción.
El mar ahora es de arena y quedaste del lado de la playa que se abre en temibles fosas marinas.
El carcelero se acerca con la estocada final: te anuncia que es fácil de sobornar.
Volcás cinco monedas en su palma como quien hace el último gesto de la impredecible.
Te abren la puerta. Cruzás el umbral.
En la cara te golpea la usura de un nuevo y eterno aire.

domingo, 20 de enero de 2008

La bandada



(Cuento de mi amigo Gustavo Ciuffo, el de lentes en esta pintura blasfema. Están también Damián, Fede y yo)

Había llovido mucho la noche anterior. Los tres chicos, inseparables compañeros de siestas escapadas, salieron a cazar pájaros al descampado. Junto al terraplén, abandonados al mediodía que empezaba a secar los charcos con un sol hirviente, los amigos celebraban la llegada de una bandada de gorriones pardos. Las aves revoloteaban, aturdidas aún por los efectos del agua que hacía unas horas había caído a mares en todo el pueblo.
Los chicos caminaban por las vías en fila india, ayudados por el contrapeso de sus brazos y simulando movimientos equilibristas. Cayeron al barro antes de completar la distancia acordada, a causa de la torpeza del primero y el inevitable efecto dominó de sus cuerpos. Los pájaros seguían allí arriba y ahora que los tres descansaban en la humedad del pasto decidieron recoger algunas piedras cuidadosamente seleccionadas y fueron turnándose en los lanzamientos para valorar sus tiros.
En la primera docena de hondazos de piedras afiladas, cayeron dos. A uno se le reventó el corazón en el aire, al otro se le murió el último soplo cuando su cuerpo acelerado cayó al suelo, con un resto de aleteo hiperquinético, como tratando de incorporarse a la altura que hacía unos segundos le ayudaba a planear. Los chicos llevaban un pequeño cuchillo, abrieron aquellas armaduras de plumas que poco habían protegido a las desafortunadas aves y las esparcieron a lo largo de la vía. Los tres estuvieron de acuerdo en seguir con el juego. La bandada parecía haber aumentado, y los hondazos eran latigazos que se disparaban rítmicamente, respetando los turnos y aumentando la potencia por el efecto de los premios que caían desde el cielo.
Curiosamente la bandada seguía nutriéndose de gorriones que acudían al festín de sus verdugos y, también curiosamente, cada vez planeaban mas bajo, a una altura que duplicaba la probabilidad de alcanzarlos de un hondazo. Caían remolinando sus cuerpos mezquinos, caían inertes y muertos desde el segundo del impacto, caían con las alas rotas, desarticulados, huérfanos, inconscientes. Los tres amigos los iban despedazando al tiempo que colocaban la colección de alas una pegada a la otra formando un felpudo de tibio plumaje. Realizaban esta macabra tarea a toda prisa y gritaban exaltados porque veían que la bandada había reducido su altura y seguía sumando gorriones a aquel espiral de la muerte. Vistos desde cualquier ángulo del descampado era una postal dantesca, sobre todo porque aquella masa de aves sobrevolaba a escasos metros de las tres cabezas asesinas, como si alguna extraña fuerza impulsara a todos esos pájaros a llamar la atención sobre el triste ritual del que eran víctimas sus compañeros.
El conductor del tren, asombrado por el torbellino plateado que proyectaba aquella bandada de gorriones, no alcanzó a frenar a tiempo. El destello del agua que aún quedaba sobre los pastizales adheridos a las vías tampoco le permitió ver a los tres amigos que, de espaldas a la locomotora, improvisaban una alfombra de plumas pardas, con manchitas de sangre tibia, que se irían multiplicando por mil en los segundos fatales.

ГДЕ БЫЛ БОГ? (Dónde estaba Dios?)


ГДЕ БЫЛ БОГ КОГДА Я ЛЮБИ ТЫ ЦЕНТР?
(Dónde estaba Dios cuando yo amé tu centro?)

Bloguear o no bloguear

Internet, de a ratos, ofrece esa "justicia poética" que puede provenir de sentirse plenamente en comunidad y sin importarnos un pito lo que sucede a veinte centímetros de nuestro teclado. Una especie de ideal hippie virtual momentáneo. Pero cada paraíso implica un ghetto.
Ese ideal hippie se transforma en la más ácida de las reacciones capitalistas al sentirnos a salvo por estar entre los de nuestra clase.
Somos todos unos monstruos en constante metamorfosis metidos en algo así como el agujero de El Aleph, mientras un Borges aún vidente nos espía.
En Internet no se terminan nunca las vacaciones de las neuronas. Al mismo tiempo está al alcance nuestro el más buscado de los secretos universales (se puede asegurar que hay uno para cada necesidad y tipo de neurosis) y con ese secreto, decimos, convive la más cómoda ociosidad para aprehenderlo.
Pero es en el intercambio de ideas donde peor se pone el cielo virtual. Donde la tormenta se desata y deja huellas cuando apartamos la mirada de esa ventana que guarda todo al apagarse.
En este mismo momento estas palabras son tipeadas en una cinta empapada de tinta que, apoyada en un papel, deja su marca luego de un impacto de un pequeño martillo con la forma de la letra pensada y luego requerida. Después, el texto, por obra y gracia de varios factores fortuitos más que por merecimiento propio, pasará al complejo sistema de impresión de un diario. Y más tarde, también, se sumergirá en aguas internáuticas. Entre las que como posibilidad está la playa de un blog.
Pues bien, más allá de deseos, virtudes y equívocos, lo que aquí se produce es un transporte de ideas. Sin importar los vehículos y las posibles paradas, lo que es interesante observar es la velocidad con la que desarrollamos un traslado de pensamientos.
Qué mejor que Italo Calvino, en Seis propuestas para el próximo milenio, para quede bien claro:
El siglo de la motorización ha impuesto la velocidad como un valor mensurable, cuyos récords marcan la historia del progreso de las máquinas y de los hombres. Pero la velocidad mental no se puede medir y no permite confrontaciones o competencias, ni puede disponer los propios resultados en una perspectiva histórica. La velocidad mental vale por sí misma, por el placer que provoca en quien es sensible a este placer, no por la utilidad práctica que de ella se pueda obtener. Un razonamiento veloz no es necesariamente mejor que un razonamiento ponderado, todo lo contrario; pero comunica algo especial que reside justamente en su rapidez.
Por supuesto: es mejor intento leer todo el libro de Calvino, o al menos el capítulo titulado Rapidez. Pero como párrafo sintetizador, acordemos con estas coordenadas de navegación:
En la vida práctica el tiempo es una riqueza de la que somos avaros; en la literatura es una riqueza de la que se dispone con comodidad y desprendimiento: no se trata de llegar antes a una meta preestablecida: al contrario, la economía de tiempo es cosa buena porque cuanto más tiempo economicemos, más tiempo podremos perder.

miércoles, 16 de enero de 2008

Lo que pesan las palabras

Hay que pesar bien las palabras. Durante una despedida, por ejemplo, un término con exceso de miligramos sostenido en la palma de la mano en forma de cuenco, puede traer consecuencias similares a un maremoto. Del modo contrario, si le faltase peso, incidiría como un agujero negro atrayendo para sí toda la materia y dejando el reinado de la nada. Y para siempre.
Distinto es el destino que se puede esperar de las palabras que cuelgan de los labios, famélicas y privadas de la capacidad de pasar a los hombros de un salto. Con una densidad mayor a la de los músculos faciales, pueden provocar en el rostro daños irreversibles. Basta con comprobarlo en ciertos gestos permanentes de gentes que andan por la vida con la cara de esa palabra paralizadora. Entonces ellas dicen siempre esa palabra enquistada, permanentemente, aunque estén hablando de otras cosas.
Hay algunos que terminaron prisioneros de sus palabras por el simple hecho de haberlas engordado de tal manera que al salir se tranforman en sus verdugos. Tienen como amante a la grandilocuencia y su destino es tan penoso como el de un emperador en sus últimos días de poder.
Se sabe que aquellas a las que se lleva el viento tuvieron por parte de su autor un régimen anoréxico que las dejo imposibilitadas de hechar raíces por volátiles. Son palabras fantasmas que no pueden concretarse ni formar parte de ninguna frase ni discurso porque harían desaparecer con ellas a todo el sistema involucrado.
Las palabras empeñadas, pobrecitas, salen ya de la boca con un sino marcado. Financiero y tremebundo, como un esclavo esperando por su dueño mucho antes de saber qué nombran o a quién nombran.
Ni se hable de las hijas del verborrágico, que pasan por la vida con la pena de una sombra, con el vértigo de un cometa al que ahora vemos pero que murió hace millones de años.
Peor es el caso del que las cuida. Del que las pone en sus casillas, como pollos a engordar, para ser saboreadas durante una fiesta que nunca llega. Y, llegado el caso, explotan el recipiente dejando pedazos de lástima pegados por todo el contexto.
Hay que pesar bien las palabras. Y luego decirlas. Hay una instancia a la que todo ser humano tiene derecho en la que puede controlar el peso de lo que va a decir. Como a los boxeadores antes de una pelea. Hay que usar el método. De lo contrario, cuando están en el ring, corren el inevitable riesgo de morir atolondradas en el plástico del protector bucal. Y se han dado casos terribles donde, además, se llevan puesto al protagonista.

Primera nostagia

Anillos de lluvia fueron envolviendo la tarde.
El cuartucho guardaba el calor de los últimos días.
De a poco, como si hubiesen esperado el fresco, le volvieron al pintor las astillas de la creación propia.
En ademán de esgrima dejó escurrir del pincel las primeras ideas. Esas que nadie alcanza a conocer como obra. Como sucede con el músico o con los que escriben novelas exitosas. Desechan el primer aluvión de obviedades porque, conocedores del oficio, saben que son el primer engaño para alguien muerto de sed.
Alguna vez pintó así, con el arrebato de un adolescente apretando contra la pared la primera blancura rosada abriéndose. Pero ahora hacia mucho que, con la cintura de un boxeador experimentado, dejaba pasar de largo los golpes de la primera nostalgia. En verdad, como quien toma el té en el segundo uso del saquito.
La primera línea, de un ocre espeso al medio y un amarillo suave diluyéndose por los bordes, lo acomodó en el mundo. Hizo pie en la base de lo que se había convertido: un excelente tirador de la primera piedra. Como alguien que hubiese batido a todos los duelistas que se le cruzasen.
Hubo veces en las que ese tipo de líneas (algo de no más de ocho centímetros sobre una gran tela blanca) lo dejaba alegremente abatido durante días, hasta que volvía a retomar el cuadro sabiendo exactamente hasta dónde podía llegar.
Hoy no era de esos días. La tormenta de verano no ofrecía garantías de esperarlo mucho más. Como un enorme buque pasando lento por su ventana, las nubes y sus anillos de agua eran una silenciosa sirena que presagiaba el desamarre.
Y, a decir verdad, a la muestra individual de la próxima semana no le vendría nada mal una nueva obra. Esta, que ya parecía tener garantizada la sonrisa del diablo de entrada.
El cuerpo entonces, como una antorcha que se consume en el viento nocturno, se contorneó unos tres minutos incesantes. Pintó con los colores que se habían mezclado en la pasión. Cuando no tuvo más acrílico al alcance del brazo, vaciló. Luego aprovechó el sobrante tibio aún sobre sus dedos y dio algunos conjuros sobre la tela con los índices y los pulgares.
Después retrocedió y avanzó. Se separó y se acercó al cuadro tantas veces como para dar la idea de múltiples espectadores observando el cuado simultáneamente.
(Publicado en enero de 2008 en El Subsuelo)

Cruel en el cartel

No hay pájaros
es temporada de masacres
debemos confeccionar el bestiario entre nosotros
Noviembre inicia un bosque de afiches que se descascaran.
Pasa el aire que nos renueva el exilio.
Calvicie
Siente estirarse la piel de su vientre. Oye crujir su arrepentimiento. Pero también bebe con fruición las gotas pausadas, interminablemente dulces que produce el placer de no tener que ser lo que se prometió.
Erario
Al ladrón de gallinas se le convierte en campo de concentración el gallinero.
Se hacen fiestas públicas con elefantes como invitados.
(nos acomodan como testigos sin privilegios)
Nuestros únicos errores fueron de ortografía.

Naufragio
Aprender a aguantar la respiración para dejar pasar de largo a los barcos que pudieron salvarnos.
Y esperar que un disparo de incertidumbre nos reinicie en la escena.

(Publicado en agosto de 2007 en El Subsuelo)

Puntualidad

Como si fuera útil ¿para quién? el ejemplo o necesaria ¿para qué? la advertencia. Olga Orozco.

Pasos:
decirlos
pero no darlos.
Malaventurados los insomnes
todo destino huele a emboscada
y la constancia es un delito.
Son de humo todas las señales a los bordes de la rutas del éxito.
Nada puede decir algo si no tuvo antes el examen del silencio.
El ejercicio de tu corazón necesita conocer el sentido trágico, como un bosque reclama el encantamiento.
En tus perchas vacías de contradicciones están desovando las peores larvas.
Una lluvia de seguridades agujerea con sus estalactitas el último refugio. Ese que sólo conocerías con el último lengüetazo de la necesidad.
Estás adiestrando perros que se comen por la cola, comenzando por la mano que los somete.
Llamás guarida al cielo abierto por donde caerá el vómito de dios.
Ensayaste tres tipos de marchas nupciales para una ceremonia de uno solo, en la que no habrá ni siquiera alguien para corregir la hendija en la tapa.
Ojalá desde ese ojo de luz puedas leerme tardíamente. Con las uñas inserviblemente crecidas para dibujar la última señal en la madera. Y que nadie verá, salvo el más fiel de los adiestrados perros, que no saben leer.
Nocturno
caen sobre la mesa de luz lágrimas desde ningún lugar.
Una injusta medida pide que hagamos silencio como quien hace la cama.
No hay nadie más.
Y nos levantamos a la misma hora.
(Publicado en julio de 2007 en El Subsuelo)

Bar El Olvido

"Prohibido escupir en el suelo" -decía el primer cartel en el desgastado bar- y debajo agregaba "Prohibido tener problemas con el infinito".
Esteban sabía de un modo inestable, incómodo, como esas ideas que no se terminan de agarrar bien, que no permanecería mucho tiempo más ahí. Y mucho más endeble aún era la razón por la que había llegado hasta ese bar que, como un museo, se extendía en galerías con carteles y advertencias.
En el que a continuación apoyo la vista Esteban decía: "Lugar de fumadores y caminantes de la Senda del Perdedor".
Pasó por mesas de ajedrez, mus y tute. Nadie movía ni piezas ni barajas.
Esteban sintió entonces un peso en su mano. Y recordó por qué estaba ahí. Preguntó por el señor Velázquez y le entregó el sánguche que le habían pedido.
Entonces sonó un tango sin música.
Se llamaba Olvidar el Olvido:
"Mientras un tango es apenas hablado
el fondo de un vaso como espejo
y siluetas perdidas como acompañantes.
La conciencia charlatana, sombra urbana,
Capitana de la desdicha.
Idiota idioma sin giros.
Consentir el sinsetido.
Cacofónica estridencia en práctica inutilidad.
Con valijas en la mano
En la sala de estar de lo que se fue.
Autodiscurso verborrágico de las horas
en las que los amigos duermen
y el amor es soñado en su mínima intensidad.
Sólo a veces el mundo es más grande
que la mesa de un bar.
Sólo a veces, muy de cuando en cuando,
la vida te da sorpresas".
Cuando el tango terminó, increíblemente Esteban había retenido cada una de esas palabras que, a decir verdad, no combinaban para nada con la métrica de una canción.
De pronto sobrevino un mareo intenso. Como una resaca de años que llega de golpe.
Se fue apoyando por las descascaradas paredes, sorteando carteles infernales hasta poder divisar aquella brillante y única indicación que no tenía agregados metafísicos: SALIDA.
La retirada del chico fue como la del humo de los cigarrillos cuando alguien abría la puerta desde afuera.
En el fondo, con los ojos desmesuradamente abiertos, quedaba don Esteban Velázquez, con un sánguche en la mano y una botella de jerez a punto de extinguirse sobre la mesa.
(Publicado en julio de 2007 en El Subsuelo)

Cien goles en soledad

La pelota hizo un ruido absurdo debajo de los tapones. Como el chillido de una rata que quiere escapar. Manuel, con una leve presión de su mano sobre la rodilla, la estabilizó. Habían cobrado un tiro libre al borde del área. Lo que se dice un penal con barrera. El arquero se había convertido en un espontáneo discípulo de Hitler: con su brazo derecho erguido, la palma de la mano hacia abajo, cuatro dedos de cuero extendidos que pretendían ser los de un titiritero y puteadas de arenga que salían de su boca.
El lunes pasado me había acordado del cumpleaños de Manuel. Y le había llevado un par de zapatillas de esas que siempre mirábamos de chicos sin posibilidades desde las vidrieras. Me dejó helado cuando me dijo, al ver la marca sin abrir el paquete, que estaban buenas pero que sólo las podría usar de entrecasa porque si lo llegaban a pescar para una nota o le sacaban alguna foto sin la marca que tenía que usar...
De chicos, cuando Manuel llegaba al entrenamiento recuerdo que su diminuto cuerpo mentía su edad. Lo ponían de ocho y laburaba de ocho. Le decían que tenía que defender y defendía. Por eso, cuando pudo demostrar que era delantero con "olfato absoluto", lo dejaron arriba, bien libre, para siempre. Se podría decir que por los equipos que pasó luego, logró que los demás diez hicieran todo para que su voracidad de redes quedara satisfecha. En cada partido largaban a Manuel como a un demonio de Tasmania que se la pasaba cruzando el área grande con o sin pelota. Y se la ataba a los pies cuando venía alta de un rebote o cuando corregía uno de los pases de sus mediocres compañeros. Ahí la clásica era una diagonal contra viento y marea y luego un cañonazo inverosímil que salía de una maniobra cortita e irreproducible hasta para un contorsionista.
La tarde de otoño en la que lo vinieron a buscar para primera fue de alegría para todos. Los chicos habíamos entendido con madurez precoz que lo nuestro no daba más que para relleno. Lo despedimos a Manuel y a los siete días ya lo estábamos viendo escupir por televisión en primer plano. Antes de irse me dijo con sana ironía "seguí laburando de 2, por ahí...".
Otra cosa que tenía Manuel era la pegada con pelota parada. Pero algo de eso también había cambiado. No en prestancia ni en efectividad. Sino en algo que nadie adivinará jamás: la diferencia estaba en el entrecejo. En un pedazo de arruga que denota preocupación donde antes había un pedazo de piel tenso pero con temperatura de placer. Con hambre de una gloria distinta. Qué sé yo.
Hay que decir también que en realidad ha sumado efectividad. De hecho los cuarenta mil rostros del estadio giran ahora alrededor de la cabeza de Manuel con un silencio pasmoso. Todos quieren saber si va a convertir el gol número 100 de su maratónica carrera.
Manuel retira lentamente el pie que sostiene la pelota e inicia tres enormes zancadas hacia atrás. El silbato del árbitro recorre una extensa escala de graves a agudos que parece partir la cancha por la mitad. Yo me agarro los testículos pero no cierro los ojos. Y me acuerdo del comienzo de una novela:
"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde..."
(Publicado en abril de 2007 en El Subsuelo)

Líneas subterráneas

No suelen ser nuestras ideas las que nos hacen optimistas o pesimistas, sino que es nuestro optimismo o nuestro pesimismo, de origen filosófico o patológico quizá, tanto el uno como el otro, el que hace nuestras ideas. Don Miguel de Unamuno
Es un hambre al que, solícitos, recibimos sabiendo que no será saciado. Un hambre condenado a no tener remedio, comida, satisfacción. Porque la plenitud de ese hambre es tener siempre hambre.
¡Qué infección prematura suele ser! Cuánta vergüenza suele acarrearnos. Primero somos unos niños desubicados, insalubres, pálidos y malhumorados. Luego pasamos por una máscara para convencer y autoconvencernos de que nos llegó una jubilación antes de tiempo.
Pero no dura mucho el engaño.
Fotos amarillas son las encargadas de traernos el más actualizado de los presentes: siempre quisimos ser así. Teníamos ese hambre que no era para el estómago del que los demás hablaban. Como a esos niños a los que se le ocultan sus orígenes, así, nosotros nos convertimos en nuestros propios padres para convencernos de que no éramos adoptados. Toda la máscara cae luego.
Las líneas subterráneas estaban en nuestras manos cuando aquella gitana nos asustó en la esquina.
El despertar del deseo sexual suele ser más capturable por los Controladores. Pero no tan castigado, por cierto, como el del prematuro sentimiento trágico de la vida.
La castración mental tiene métodos más sofisticados. Pero están destinados a fracasar.
Nuestro cuerpo, a pesar de las maniobras de distracción que se ponen a funcionar, guarda una memoria que, se diría, es material. Una memoria con almacenamiento en cada uno de los poros de la piel. Una metafísica infancia latente que se queda acunando lo que está vedado por el momento. Y un buen o mal pero inexorable día, sale a resplandecer. Ahí advertimos que el hambre continúa. Y tiene más hambre de ser hambre que al principio.
¿Qué pasó con nuestras ideas mientras tanto? ¿En qué cubículo perezoso se convirtió nuestro cuerpo al no poder sostener la edad del rayo?
En nombre de la Ingenuidad, como al pasar por un detector de metales, nos hacen dejar el olfato. Descargar el sentido de orientación de nuestra conciencia en formación.
Todo es, desde entonces, un sinuoso camino por querer encontrar nuestra mirada perdida.
¡Terrenos de Babia que nos deben! La clausura de unos montes que no tenían derecho usurpar. ¿En nombre de qué ficticio bienestar viene este retardo? ¿Cuáles son las mejoras de sus despabiladas experiencias? ¿Por cuáles miedos no nos permitieron alcanzar mayor velocidad de pensamiento? ¿Qué vergüenza les lavamos mientras sus envidias nos mantenían con la cabeza debajo del agua? ¿Qué temporal inválido era el que no podíamos mirar? ¿Así como están se creen graciosos?
Los toboganes de su supuesta protección son ahora cuesta arriba. Donde arde nuestra hambre. Con nuestro nombre. Y al que alguna vez nos hicieron dejar a la entrada de este juego.
(Publicado en enero de 2007 en El Subsuelo)

El entierro de un payaso


La sangre de los cómicos de la legua como torrente de barrio diluvial. Y una mueca colorada colgada del cielo.
Sin paraguas y a pleno sol fue el entierro.
Aduaneros de seriedades que no sirven para nada dejaron de tener efecto.
A doña Muerte no le gustó nada ver llegar ese cortejo. Se le llenó de color su agujero maldito. Y la luz de una nariz colorada la hizo poner de ese mismo color. A ella, tan a gusto con cara de talco (ella es a su modo, un payaso a medio terminar).
Un atajo en la tierra. Un hueco para que descanse con su traje transpirado de genuina savia. La sabiduría es estar allá, riéndose.
Los sepulcros suspiran envidia en sus terrones enmohecidos. Y hay un grito sepulcral que se repite: "yo también quise vivir así. Pero sobre todo, quiero ahora estar muerto así".
Hay que pintarse encima de la tristeza.
Nadie ve en los corazones.
Hay que hacerse payaso al segundo de perder un amor. Ponerse el elástico encima de la herida reciente. Y saber que en la pista no sólo puede morir el trapecista.
Hay que salir a hacer la función sin nadie.
Y, en los casos de mucho público, tener siempre reservada una butaca al olvido.
Guardar al menos una cuerda para que al tocarla broten todas las canciones.
Un cansancio de siglos descansa en el ataúd. Que ahora los compañeros de ruta llevan extrañados por la levedad.
Pesamos lo mismo que hemos hecho. Y haber regalado al aire nuestra esencia no nos hace olvidables, sino etéreamente eternos.
Luego, es mejor llegar como recuerdos en imprevisibles y suaves brisas antes de golpear como martillo con nuestras absurdas acciones hechas a semejanza de nuestra propia salvación.
Hay una enorme fortuna en las risas que provocamos en bocas que nunca conoceremos.
Todas esas maravillas se abren al final con las fauces de la tierra.
La Muerte pasa de largo cuando depositan al payaso. El barro junta con la esencia de una peluca anaranjada. Se riega el planeta con un profeta que no tuvo discípulos.
Y todo lo que rodea al colorido cortejo y queda de este lado de las convenciones, envejece de patetismo.
(Publicado en diciembre de 2006 en el Subsuelo)

Hernandiana

(Me sobra el cerebro)
Hoy estoy sabiendo el qué y el cómo,hoy estoy para razones solamente,hoy no tengo amistad,hoy sólo tengo ansiasde arrancarme de cuajo el cerebroy ponerlo debajo de un zapato.
Hoy reverdece aquella duda seca,hoy es día de cálculos en mi reino,hoy descarga en mi cráneo el desalientolimbo desalentado.
analizo con frialdad las navajas,y soy cuerdo con aquel hacha compañera,haría un tintero de mi cerebro,
Tengo la pena de una sola teoríaque vale más que toda la imaginación.
Una certeza me ha dejado con los brazos caídosy no puedo tenderlos hacia más.¿No ven mi boca qué segura,qué conformes mis ojos?
Cuanto más me pienso más me aflijo:cortar este dolor ¿con qué tijeras?
Ayer, mañana, hoyrazonándolo todomi cerebro, pecera melancólica,lago de ruidosos moribundos.
Me sobra cerebro.
Hoy, descerebrarme,yo el más cerebrado de los hombres,y por el más, también el más amargo.

Pessoana
Si el cerebro pudiera sentir, se detendría.
Nerudiana
(Elegía al cráneo)
El huesudo
sótano del pensamiento,
el coco amargo,
la bóveda de la risa
protectora
como una caja de reloj
de arena desmoronada.
Las
circunvoluciones arrugadas
como una cordillera que nos sumerge
y en ellas
la vanidad, la hiel en movimiento,
la mortuoria corona
del disimulo,
las trampas del recuerdo.
El duro
mineral,
la osamenta
de la tierra,
y herido aún
en este
llanto escupo
el cráneo, el tuyo,
el mío,
el cráneo,
la desmesura
impropia,
la caja fuerte, el casco
de la muerte,
la nuez de la discordia.
(Publicado en octubre de 2006 en el Subsuelo)

Dostoievski frente a un cuadro de Holbein


Filósofos y escritores contemporáneos, como es el caso del mexicano Sergio Pitol (Premio Cervantes 2006), coinciden en que no habrá una destrucción del libro por Internet, sino que serán complementarios.
Muchas veces tomada como expresión de deseo, uno lee la frase y se deja convencer. Pero cuando hay un acción concreta capaz de llevarla al terreno de lo irrefutable, es mucho mejor. A continuación, un testimonio.
En Clarín del martes 7 de febrero el crítico Juan José Santillán hace una excelente crónica de la obra "Los mansos". Es la muy propia adaptación teatral de Alejandro Tantanián de la novela "El idiota" de Fedor Dostoievski. No solamente logra que el lector comprenda lo que ocurre en el escenario, sino que nutre la crónica con datos certeros y convocantes. Santillán se explaya sobre un cuadro que aparece en escena. "El Cristo muerto", del alemán Hans Holbein. Es porque el personaje de la obra -Rogojín- menciona el párrafo textual de Dostoievski: "frente a este cuadro uno no tiene otro camino que perder la fe". Si uno indaga en biografías sobre el gran escritor ruso, sabrá que ese cuadro fue una obsesión real del autor.
Dostoievski lo menciona exorcizándose por medio de sus personajes, pero conocemos que verdaderamente tuvo esos planteos cuando se paró a pocos centímetros de él.
Se trata de un óleo donde Cristo yace luego de ser bajado de la cruz. Y tiene un formato transgresor para la época (1521). Está pintado sobre una tabla de 30,5 centímetros por 2 metros. Un tamaño natural impactante. Pero mucho más lo es en su detalles. Ojos y bocas abiertos, como epicentros de una oscuridad que proviene del infinito. Y un cuerpo demacrado hasta lo imposible.
La mismísima esposa de Dostoievski, Anna Grigorievna, lo cuenta así en su diario: "Camino de Ginebra, nos detuvimos un día en Basilea para visitar el museo donde se halla un cuadro del que habían hablado a mi marido. Es un lienzo de Holbein, en el que se ve a Cristo, que acaba de soportar un martirio sobrehumano, descendido de la cruz y descomponiéndose... Demasiado débil para mirarlo más tiempo, me fui a otra sala... Cuando volví, mi marido estaba aún allí, en el mismo sitio, encadenado. Su rostro emocionado tenía esa expresión de pánico que ya le había notado muy a menudo al comienzo de sus ataques epilépticos".
¿Qué posibilidades tenía varios años atrás un lector latinoamericano, embebido en las palabras de Dostoievski, de conocer esa figura que había estremecido el alma del escritor? Un alma que para estremecerse necesitaba mucho más que cualquiera de sus contemporáneos. Imaginar un viaje a ese remoto museo era el consuelo. Pero con Internet, y gracias a un periodista generoso en detalles en su crónica, uno puede llegar a una reproducción de alta definición de ese cuadro. Recorrer con asombro y mouse tembloroso una pintura que no cabe en el cuadrado de la pantalla, porque se presenta de manera horizontal. Y tener, en una mínima proporción, el golpe de efecto del autor de Crimen y Castigo.
Internet y los libros, en este caso, nos participan de una boda enriquecedora. Sin uno o sin el otro, la experiencia hubiese quedado incompleta. A pesar de que el viaje a ese museo sigue vigente en el encendido de nuestro deseo, tenemos otra imagen que nos ayuda a sostenerlo.
Recomendación: tipear en un buscador "El Cristo muerto Hans Holbein" en el ícono de imágenes.
(publicado en febrero de 2006 en El Subsuelo)

Epifanio

He sentido pasar sobre mí el viento del ala de la imbecilidad. Charles Baudelaire.

El cerebro es una enfermedad reversible.
O al menos tiene paliativos.
En el Volcán que entrega palabras -si uno procura llegar a sus pies tomando los recaudos necesarios- puede encontrarse con las lágrimas de plata, aquellas que derivan de los labios de la sinceridad.
En el Monte en el que reina Epifanio, podemos redimir parte de nuestra mancha, sanar algo del barro del presente.
En la Cima de la Gran Pradera nos es concedida nuestra infancia, para una breve visita a lo que olvidamos ser.
Recuerdo es la palabra enemiga. La oposición, la que ensangrenta el significado de epifanía.
Re-cuerdo es una obscena reafirmación de que ahora estamos cuerdos.
Porque olvidamos que no hay mejor cuerda que la del cable delgado por el que pende nuestra fe, como una enorme araña (*).
Los juegos alucinatorios de nuestra edad temprana fueron descuidados. Quedaron al desamparo del viento de los años. Y toda la tarea desde entonces es el intento de recuperarlos a fuerza de sustancias.
Un poco de líquido amniótico debería quedarse rodeando nuestro cerebro. Las membranas que lo reemplazan no son suficientes.
Todo el empeño lo ponemos en prohibir lo que no podemos recuperar.
Por eso alguien alguna vez bajó del Gran Volcán con algo que no eran palabras. La música sí agujerea distancias. Distancias abismales como la que separa la mente del corazón.
La música es la cinta transportadora de la epifanía.
(*) Referencia al poema de Annie Sexton "Un cable delgado".
(Publicado en octubre de 2005 en El Subsuelo)