miércoles, 22 de diciembre de 2010

La risa, recurso infalible





Guillermo Del Zotto
gdelzotto@elpopular.com.ar
Thomas Mann aseguraba que la obra de Dostoievski era de una “comicidad maravillosa”, porque creía que “entre otras cosas, este crucificado fue un gran humorista”. También es usual que cuando uno entra en el ritmo de Borges, sobrevenga una carcajada solitaria en medio de un cuento. O una sonrisa de costado se mantenga durante una de sus breves prosas poéticas.
Claro que a estos dos autores en ninguna colección se los promociona como los grandes del buen humor literario ni aparecen en los anaqueles junto a Fontanarrosa, Woody Allen, Leo Maslíah o Copi. Y hay que aclarar algo a favor de éstos últimos: decir “voy a hacer reír” y luego lograrlo es uno de los atributos artísticos más difíciles de obtener. ¿Cómo no lo va a ser en el terreno literario?, el peor de los escenarios para que intelecto y emoción se pongan de acuerdo y la pasen bien.
Otra aclaración: estamos hablando de escritores “serios”, en todos los casos. Y quizás la única diferencia de calidad que pueda haber entre el Borges cuentista y el Fontanarrosa cuentista, sea el lector ideal que le haya tocado. Por otro lado, la risa tiene al igual que la muerte, representantes patéticos de a mil por segundo. Lo que no quiere decir que tengan gracia, palabra ésta última de un contenido espiritual que no muchos consideran a la hora de hacerse, paradójicamente, los graciosos.
Mex Urtizberea condujo un programa por Canal a que se llamó “La historia de la risa”. Un excelente documental contemporáneo que de alguna manera le devolvió el prestigio a esa forma de hacer arte o literatura. Escribir como Borges siendo Borges, valga el delirio, es relativamente más fácil que hacerlo como Fontanarrosa. Ya en sus “Palabras iniciales”, el Negro deliraba sobre literatura “seria” y literatura efectiva. Y entiéndase efectiva en el sentido estricto, no de ventas. Chejov, un precursor del humor literario que inició su carrera con el seudónimo cómico de Chejonte, ya lo anunciaba en sus máximas: “es más fácil escribir de Sócrates que de una señorita o de una cocinera”.
Al prejuicio razonable del lector sobre este tipo de literatura, hay que agregarle el despiadado e impotente prejuicio de los críticos. Y cuando al humor se suma el fútbol, por ejemplo, el barrilete a remontar se torna verdaderamente pesado.
No es una novedad descubrir que uno se ríe frente a los espejos. Entonces, al igual que el poema, el texto que nos intente sacar la risa deberá tener una contextura física en la que nos podamos reconocer. Y de un modo tan profundo que pueda hacer reaccionar la cantidad de músculos necesarios para la expresión más cara en estos tiempos.
La risa idiota hoy compite en la radio y la televisión con el pronóstico del tiempo. Es más, ya no se trata del pronóstico solamente. Hay un show del tiempo en cada programa noticioso. Y en algunos es lo único que hay. Debe ser terriblemente trabajoso realizar guiones para esa gente que arma una serie de comentarios y análisis a partir de una base tan efímera e insostenible. Es, literalmente, hablar del aire.
El detalle y la síntesis serían la base para lograr estos estados. En resumidas cuentas, no muy lejos a los elementos que constituyen una historia bien contada. La risa sería ese certificado bien directo y sonoro de que la cosa funcionó bien. Y a cualquier contador de historias eso es lo único que le importa. La expresión “mirá qué caro te salió el chiste” encaja en esta aprobación. Chiste, en el sentido de redondez y efectividad; caro en el sentido de perdurabilidad.
Por supuesto que, al igual que una novela exitosa, para la risa literaria no hay recetas. Por lo menos garantizadas. En ese sentido a Leo Maslíah se le ocurrió el poema “Encargue”, que no sabemos si es para utilizar los ingredientes en algún preparado misterioso o simplemente para una enumeración práctica. De todas formas sirve para despedirse:
“Nene te dejo acá arriba de la mesa la plata para que vayas a la Feria del Libro y por favor me traigas:
Medio kilo de Cortázar/Un Stendhal de ropa/cien gramos de Baudelaire (del barato, alguna edición de bolsillo)/Algunos de Marcela Serrano que veas (preguntá si es fresco)/Dos Bucay (pero que no sean orientales, buscá de cocción rápida), Una Pizarnik (si no encontrás igual traé una prepizarnik y comprá la salsa aparte)/Una docena de revelaciones de James Redfield/Seis anillos de poder (si no hay, de espinaca)/Una inteligencia emocional (o cualquiera otra que encuentres, siempre que no involucre a la razón)/Un sachet de Saramago/Un atado de Kundera/Tres códigos de Douglas Vinci/Y Sabel Allende”.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Antonio Gamoneda, las palabras sin el tiempo


Guillermo Del Zotto
gdelzotto@elpopular.com.ar

“En la vida práctica el tiempo es una riqueza de la que somos avaros; en la literatura es una riqueza de la que se dispone con comodidad y desprendimiento”. El concepto es de Italo Calvino en sus memorables “Seis propuestas para el próximo milenio”. Ningún tesoro más preciado que ése cuando leemos: dominar el tiempo. O, mejor, que lo que leemos logre detenerlo, elastizarlo, quitarle todos los componente de tiranía. Claro que no es fácil conseguir autores con semejante poder. El poeta español Antonio Gamoneda es sin dudas uno de ellos.
Gracias a colegas como Jorge Boccanera, tenemos cerca las marcas poéticas de Gamoneda, quien recientemente ha declarado que ve en América Latina el futuro de la poesía. La antología “Lengua y herida”, publicada a través de Colihue, es una aproximación a una obra tan vasta como la propia leyenda del tiempo. Porque esa es la ilusión cuando los versos nos ganan.
Nacido y criado en un barrio de obreros y ferroviarios, el poeta ha llegado a los altos vientos que acariciaran al pastor de Orihuela, Miguel Hernández. Y es de esa rara especie en la que los premios resonantes no han ensombrecido ni iluminado falsamente. Es dueño del Premio Sofía y del Cervantes. Pero son distinciones que se parecen más a un inclinarse de rodillas frente a la evidencia que a otra cosa.
El lenguaje, clara arma imbatible en su poesía, es el que pone la diferencia. Ni bien se posan los ojos en sus primeras palabras descubiertas. A partir de allí surge un pentagrama novedoso. No cómo una música rara, sino como algo que fuera una nueva música:
“Ha venido tu lengua, está en mi boca
como una fruta en la melancolía”.
Gamoneda es de esos poetas que hacen de la poesía la gran pregunta. La eterna pregunta que se va haciendo poesía cuando se hace. En el sentido en que Girri entendió la “intrapoesía”.
Así, con el timón de la velocidad del tiempo y un lenguaje líquido, el poeta imprime otra característica que es esa especie de “no edad”. Pero lo hace desde un lugar extraño: en lugar de convertirse en un niño eterno, se transforma en un viejo más allá de la decrepitud. Todas las miradas irónicas sobre el paso del tiempo están disparadas desde la dulzura de alguien que tiene esperanza al final, no al comienzo.
“Soy el que comienza a no existir
Y el que solloza todavía
Es horrible ser dos inútilmente”.
¿Por qué esperanza aquí? Porque es justamente en esa lucidez de la dualidad cuando se puede decir que el lenguaje y el ritmo marcan una realidad que hace sospechosa a todas las demás cosas que forman el cotillón del vivir.
“Así es la vejez: claridad sin pensamiento”.
Fue antifranquista de fuste, tuvo períodos de silencios de hasta siete años y antes de comenzar a pisar vestido de poesía las calles, estuvo 24 años con el traje de bancario.
Su poesía ha provocado más estudios y monografías casi que su propia obra. Pero siempre lo recomendable es entrar a su palabra cruda. Por cualquiera de sus puertas de todas las épocas: “La tierra y los labios”, “Sublevación inmóvil”, “Blues castellano”, “Descripción de la mentira”, “Libro del frío”, “Libro de los venenos”, “Arden las pérdidas”.
Gamoneda nos hace sentir en serio, pero con placer. Nos ofrece ese desgarro oxidado que siempre tratamos de esconder para saborear con nostálgico silencio de abandonado. Nos descubre en la más propia de las melancolías y nos hace un guiño de supervivencia. No para que nos alegremos banalmente, sino para que cerremos los ojos con más convicción.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Microrrelatos y canto en el Mapda



El sábado 6 de noviembres, desde las 20, se realizará en el Museo “Dámaso Arce” una lectura de microrrelatos y en la ocasión se presentará el libro “El espectador inmortal”, de Guillermo Del Zotto con ilustraciones de Daniel Fitte. Participará además el coro de la Facultad de Ingeniería que dirige Juan Loza.
“El espectador inmortal” fue presentado en la última edición de Libros en Olavarría. En esa oportunidad el poeta de Azul Roberto Glorioso expresó de la obra que “mi salvedad hace en estas microficciones un detalle para que a esta hora del mundo, crucial y bombardeada, un riguroso tratamiento del idioma accione los goznes del futuro y nos disponga en el muelle donde las naves de rescate propician para nuestra costa la carnadura del viaje. Atrevernos a partir del punto final de Del Zotto, a encarnar nuestra ficción como desafío contemporáneo”.
La periodista Silvana Melo, por su parte, apuntó que “en un par de líneas Guillermo del Zotto puede enunciar los interrogantes medulares de la esencia de la vida. Sin el soberbio intento de responderlos. Ese par de líneas inquietantes son una perfecta resultante literaria. (…) Entonces queda lo esencial. Lo brevísimo. Donde puede decírselo todo sin arborizar, sin imágenes alambicadas, sin adjetivaciones que finalmente se secan y se caen, como las ramas enviciadas de las plantas que no tienen vida propia”. Y añade: “cada dibujo de Fitte preanuncia los textos. Y cada texto llevará al lector atrás, porque el dibujo le reaparece como presagio”.
El Coro Universitario de Olavarría que actuará en la presentación, es dirigido actualmente por Juan Manuel Loza desde el 2003, ha tenido directores como Arturo De Felice y Eduardo Correa reafirmando a la Universidad como propulsor cultural. El coro ya ha actuado en diferentes encuentros corales, en escuelas olavarrienses, en la Universidad y también ha cantado en distintas ciudades como Paraná, Tandil, Colonia Hinojo, Coronel Suárez, Sierras Bayas y Laprida, promoviendo de esta forma e ldesarrollo cultural tanto de la Universidad como de la comunidad en general.
En esta oportunidad el repertorio incluirá “Babylon`s Falling” (negro spirituals), “Los pensamientos” (Saúl Salinas), “Parindé” (Tradicional de Honduras) y “A que florezca mi pueblo” (Damián Sánchez - Rafael Paeta).

lunes, 18 de octubre de 2010

Ciclo “Atril Abierto” en el Centro Cultural


El viernes 29 de octubre, desde las 20.30 en el auditorio del Centro Cultural “Hogar San José”, se realizará una edición del ciclo “Atril Abierto”. La propuesta es un encuentro de “poesía, música y humores” coordinado por Guillermo Del Zotto y Alberto Sánchez Graf. Y en esta ocasión actuarán los músicos Juan Loza y Roberto Roselló. La modalidad de atril abierto es una invitación para que el público se acerque con textos breves, propios o ajenos, para participar de la lectura.

sábado, 9 de octubre de 2010

Minificciones


"El escenario sabe que, por más que cambien los elencos y las propuestas, la obra es siempre la misma. Y el público, aún cambiante, también lo sabe. Pero se dejan engañar. Para que la vida no sea esa trampa odiosa y predecible. La que ningún apuntador se anima a corregir certera y definitivamente".

El espectador inmortal


Durante la última muestra Libros en Olavarría, en el Honorable Concejo Deliberante, Guillermo Del Zotto presentó su último libro "El espectador inmortal", realizado junto con el artista plástico Daniel Fitte. La obra compila minificciones de su autoría y contiene dibujos de Fitte que cumplen la función de separadores en los grupos de textos unidos por temáticas o sensaciones.

Así, el abordaje permite al lector tener primero una imagen-síntesis de lo que puede llegar a experimentar con los textos. La presentación contó con el análisis de la obra por parte del poeta y escritor azuleño Roberto Glorioso. También hicieron su participación artística los músicos Juan Loza y Roberto Roselló, quienes ejecutaron canciones entre las cuales algunas letras correspondían a Del Zotto. El libro "El espectador inmortal", para su edición, contó con un apoyo económico de la Subsecretaría de Cultura de la Municipalidad.