domingo, 16 de marzo de 2008

Yo amo la pared


La "milenaria" tradición de la televisión japonesa ha invadido las pantallas de los hogares argentinos para mostrar un juego que consiste en atravesar un muro. Pared que se mueve hacia el participante y que viene insinuando la silueta con la cual pasar al otro lado. Hermosa metáfora de lo que sería una "dificultad con instrucciones". Para completar la parodia, se provee al intrépido participante de un caso.
A veces, habría que leer también con casco, para que no se nos escapen los conceptos. Porque traté un poco en recuperar estos fragmentos de Memorias del Subsuelo, de Fedor Dostoievski:
"Usted no puede protestar: dos y dos son cuatro. A la Naturaleza no le preocupan las pretensiones de usted; no le preocupan sus deseos; no le importa que sus leyes no le convengan a usted. Está obligado a aceptar (...) el muro es el muro".
Eso es lo que le dice el supuesto lector (nosotros) al personaje. Y él responde:
"Evidentemente, no podré romper ese muro con la cabeza, ya que mis fuerzas no bastan para ello; pero me niego a humillarme ante ese obstáculo por la única razón de que sea un muro de piedra y yo no tenga fuerzas para salvarlo".
Agrega:
"¡Como si ese muro pudiera procurarme alguna paz! ¡Como si uno pudiera reconciliarse con lo imposible por la sola razón de que se funda sobre el dos y dos son cuatro! ¡Es el mayor absurdo que puede concebirse!"
Por favor, permitan un párrafo más:
"Cuánto más penoso es comprenderlo todo, tener conciencia de todas las posibilidades, de todos los muros de piedra, y no humillarnos ante ninguna de esas posibilidades, ante ninguna de esas murallas si ello nos repugna; cuánto más penoso es llegar, siguiendo las deducciones lógicas más ineludibles, a la posición más desesperante (...) sin dejar de pensar que ni siquiera podemos rebelarnos contra nadie, porque, en suma no tenemos enfrente a nadie".
Bien. ¿Se dan cuenta del aporte de la televisión milenaria de Japón? Hay algo más penoso aún para agregar a la lista demoledora de Dostoievski: mientras atravesamos la pared, advertimos que era de tergopol.
Por eso yo amo mi pared y la distancia que conservamos.

(Publicado en EL SUBSUELO, el 16/3/08)