domingo, 27 de abril de 2008

El Diablo frente al espejo

Amanece en el averno. Los descarriados, por única vez en el día, forman fila.
Es otoño.
El titán rojo sacude, con sus cuernos de azufre, la pereza de un alba mortecina.
Es otoño y hace frío.
Los indisciplinados acomodan sus agendas de crímenes, sin saber que sus procederes se ajustan a la eterna rigurosidad, que en cierta forma es su disciplina.
Es otoño, hace frío, llegan muertos.
Satán se queda solo por un momento en su morada.
Salvo sus cuernos de azufre, ningún otro símbolo se refleja en su alma.
Es otoño, hace frío, llegan muertos, los cielos cambian.
Belcebú sigue ahí, de pie. Cerca hay un espejo. Todavía no se ha mirado.
Es otoño, hace frío, llegan muertos, los cielos cambian, los dientes rechinan.
La decisión está tomada. El Diablo extiende hacia un costado –sin mirar- su brazo izquierdo. Un destello recorre el recinto, un pensamiento: -"¿Puede llegar a cansarme la muerte eterna?"
Con la mano descorre las telarañas que llevan casi tres milenios cubriendo el cristal. Gira. Se mira.
Dios en el espejo.

(Publicado en EL SUBSUELO el 27/3/08)