viernes, 6 de febrero de 2009

Querer es soñar

Lamiendo látigos.
Viendo pasar esquirlas de vidrio en cámara lenta.
No hay promedio entre las ansias y lo realizable.
Llegar a Atenas y no a la razón. "Llegar a Lisboa y no a una conclusión".
La historia personal se escurre como agua entre los dedos.
Solo en sueños logro concretitud.
Solo ahora, ahogado por la neblina del subconsciente.
Pero todo se vuelve globo flácido cuando las arcas del día espantan murciélagos y lucideces.
Todo se va en la luz.
Lamiendo látigos.
Viendo pasar esquirlas de vidrio en cámara lenta.
Así, con la cursilería de los gerundios incluida.
Una tortuga sin estructura ósea sosteniendo un mundo rocoso.
Que gire la bola lumínica del sueño. Que me confunda la cristalería de lo fatídico inalcanzable. Qué comodidad la del peligro que huye. Tengo un secreto. Sé cuando despertar. Y tengo otro más, que no lo sabe el que dijo lo anterior: no voy a despertar cuando sea ese momento. Quiero hoy ir más allá.

Efusión de lágrimas

Suenan el gong ajado de noticias europeas
Se sabe entonces de la realidad yerma
del turco al que alude el colt
Sin pareos en esas escolleras del sur
Hay ojeras sin bar
Tu red,
las gotas de gata que te surcan
Alteza, enceradora que talla los daños que creará
Negociemos la esclusa que usaremos al atravesar esta pasión
Consultemos la flota de zaguanes y navíos
Devaluarás la caída
Yo varío el menú
Alojo mi andar
Raspo
Jadeo
No evadas el vuelo
En una familia de árboles late el Tao
Aprendo karate entre llantos
Puro
Sin Atos
Desde el cieno avalan a los fans
Reses que oran por su rol
Los tajos en la lana
En esta ida al Vacío
Anillará el vaso antes de que te enfades
Alisan sus internas los osos
El llanto late entre molinos
Lo que tu unes Señora Rea,
Ellos vejan en el otero.

Ministro Wilde

El hecho de que la escuela primaria se llamara "Ministro Wilde", en principio no parece ser más o menos significativo que si hubiese tenido el nombre de cualquier otro ministro. Pero cuando los prejuicios nos abandonan -si es que tenemos ese sano ejercicio mientras crecemos-, nos podemos enterar por ejemplo de que este Wilde fue el menos ministro de los ministros. Sobre todo teniendo en cuenta la época militarista en la que eran nombrados. Pero, además, don Wilde resultó ser escritor. El más escritor de los ministros, teniendo en cuenta sus cualidades humanas además de las literarias. Porque "letras" hubo varias, pero no todos lo hicieron con la misma sensibilidad. Algunos incluso con ninguna.
Pero, además, indagar siempre es sorpresivo: nos enteramos de que su tesis de graduación y por la que empezó a ser conocido fue acerca del hipo y que las primeras gestiones para que los argentinos tengan agua corriente fueron de él. Además rechazó un premio de 5.000 pesos por su lucha contra la fiebre amarilla y tuvo decisiva participación para que la educación fuese pública, laica y gratuita. Fue pedagógicamente censurado y actualmente olvidado. Aunque, en las proximidades del centenario de la querida Escuela Nº 32 "Ministro Wilde" de nuestra ciudad, la editorial Capital Intelectual acaba de reeditar "La lluvia, Tini y otros textos" señalándolo como uno de los "autores más brillantes del siglo XIX".
Brillante e innovador, porque Wilde fue precursor en el uso de lo que hoy se denomina "minificción". Veamos sino el efectivo "Especie rara de materialismo":
"Entrando a su edad madura Boris a habérselas con el mundo, fue convicto y confeso de materialista: mientras tanto lo hemos visto tan idealista que solamente lo quimérico era lo real para él.
"(Estas páginas están llenas de anacronismos; se incurre en ellos porque a veces un hecho mental, como se indica en la advertencia puesta al principio del volumen, viene a ser confirmado por una idea de actualidad. Boris escribió a larga distancia de su infancia, el relato de la corta vida y de la temprana muerte de un niño. Lo escribió para probar a los mentecatos que sabia sentir: ellos lo ignoraban.)
"El cuento publicado fue decisivo: nadie pudo leerlo sin llorar; y lo peor del caso es que el mismo autor, al corregir sus páginas dejaba caer en ella gruesas lágrimas, el niño imaginario se había vuelto real en su conciencia; lo veía, lo quería, lo festejaba, lo compadecía, y cuando recordaba que lo había muerto en el relato de pura invención, lo miraba y veía que le hacia reproches con su cara angelical y triste desde el cielo, por su extrema crueldad; lo cual le sugería el intento de escribir otro en que el niño continuase viviendo.
"Pero si no le hubiera muerto no habría hecho llorar a los que tan erróneamente lo juzgaban".