jueves, 6 de enero de 2011

Haikus por celular


Guillermo Del Zotto

gdelzotto@elpopular.com.ar

La mezcla de la lengua china con la cultura japonesa que ocurrió en el siglo VIII, ¿pudo haber previsto un género poético que vendría como anillo al dedo para el desaforado uso de la telefonía celular en el siglo XXI? Nos estamos refiriendo al haiku, una forma tradicional que ha pasado por varias etapas de popularidad y que hoy, sobre todo en Occidente, está teniendo una nueva revitalización.

Su composición es de sólo tres versos que se construyen con cinco, siete y cinco sílabas. Más allá de la construcción técnica, lo que se logra es una brevísima forma que puede ser enviada por celular casi con la misma velocidad y síntesis que un mensaje habitual. La diferencia es que emisor o receptor o ambos a la vez pueden soñar a partir de esas palabras.

Alberto Laiseca ha señalado alguna vez el exceso de palabras que utilizamos en esta parte del hemisferio en contrapunto con los orientales. Pero lo ha hecho pensando más que nada en lo conceptual. Así las cosas, el haiku nació para sintetizar estéticamente la filosofía zen. Es decir, inspirado en la naturaleza, la contemplación y sobre todo las sensaciones provocadas por las estaciones del año. Con una contextura austera, sutil, profundamente sencilla.

Cuando esta atractiva forma literaria fue capturada por Occidente, obviamente se intelectualizó. Y esa cáscara de nuez que era su forma comenzó a tener contenidos más entreverados. En cierta forma esto degenera por un lado, pero por el otro abre un desafío muy interesante: ¿cómo lograr con tan pocas palabras generar un concepto o sensación perdurables? Sílabas más, sílabas menos, los grandes cultores de este desafío en nuestra lengua fueron Octavio Paz, Jorge Luis Borges y Mario Benedetti.

El objetivo telegramático deja sin embargo a toda luces una aplicación de la brevedad verdaderamente efectiva. Así como otras formas breves de literatura o de poesía, el haiku es un verdadero niño prematuro mimado. Al que se vuelve de vez en vez, por su eficacia, belleza y justeza.

Dice Carlos Fleitas de la contribución al haiku por parte de Octavio Paz: "el haiku es no sólo una forma literaria, es un modo de vivir plenamente la riqueza y variedad del mundo. No sería justo tampoco, eludir la fidelidad de la memoria de Octavio Paz: la crónica de los poetas hispanoamericanos que bajo la influencia del haiku crearon magnificas poesías. Desfilan así Tablada, Rebolledo, Carrera Andrade y ni más ni menos que Machado, Juan Ramón Jiménez y García Lorca. De este modo debemos al escritor mexicano no sólo una contribución a la comprensión del haiku en su aspecto poético, sino también crítico-histórico".

El uso posterior de un agregado a este método, llamado tanka y con más de mil años de antigüedad, tiene su explicación. Se trata del mismo sistema que el haiku sólo que a los tres primeros versos se le agregan dos más de siete sílabas cada uno. Esta forma sencilla y breve de poesía tenía un objetivo concreto: era una síntesis matutina de lo ocurrido entre amantes la noche anterior. Se enviaba en secreto con un mensajero que, volviendo al origen de la nota, podríamos denominar el primer uso del celular humano.

Borges, que también construyó tankas (algunos de los cuales terminaron en la voz de Pedro Aznar), tuvo con los haikus una relación que no pudo despegar de su pasión por las matemáticas. De ahí surgen sus "Diecisiete haikus", un poema que se torna laberinto en sí mismo guardando la forma de cinco, siete, cinco para los versos y también para la cantidad de haikus que lo componen.

Se pueden leer allí construcciones reconocibles como: "Desde aquel día/ no he movido las piezas/ en el tablero". Y románticas como "La luna nueva./ Ella también la mira /desde otra puerta".

Y también una semilla (o síntesis posterior) del texto "Las uñas", que publicara en "El hacedor". El haiku dice así: "El hombre ha muerto./ La barba no lo sabe./ Crecen las uñas".