martes, 7 de febrero de 2012

Henry Miller y Rey Lagarto y nueva poesía en el Circo


El viernes 24 de febrero se realizará un nuevo Circo de Poesía en la Alianza Francesa (Dorrego 3161). En esta oportunidad se realizará el rescate de Henry Miller, subtitulado “La vigencia de un maldito”, con textos de y sobre el autor de “Trópico de cáncer”. Además habrá un avance del nuevo libro de poesía de Alberto Sánchez Graf “El ojo desnudo”. También habrá música en vivo con la actuación de Rey Lagarto, la banda que lidera “Chimango” García.
Los textos estarán a cargo de Guillermo Del Zotto y Alberto Sánchez Graf y también habrá secciones como el “atril abierto”, “Cadáver exquisito” y el “I ching del diablo”. Con servicio de cantina, la entrada es “al sombrero”.

lunes, 6 de febrero de 2012

Correcciones bestiarias II


Guillermo Del Zotto
gdelzotto@elpopular.com.ar
Según Isidoro de Sevilla, el pelícano es un ave egipcia que vive en soledad y que mata a su propia cría y luego del tercer día se hiere a sí misma en su pecho y la sangre vertida de su herida logra resucitar a sus hijos.
Para Charles Baudelaire, el albatros es una metáfora del poeta: sus alas de gigante le impiden caminar.
En principio no habría comprobaciones científicas que unan a estas dos especies con un antepasado común. Sin embargo las actitudes observadas por el etimólogo en un caso y por el poeta en el otro, podrían tener el mismo origen.
El albatros, señor de los mares, es un buceador nato. La oscuridad del mar, por encima y por dentro, es su mayor devoción. Al punto que alimentación y reproducción son prioridades a esperar si de un vuelo sin posibilidad de retorno se trata. No vuela en pareja. No enseña a volar. No hace destrezas de seducción. Su mirada y su tercer ojo sólo están puestos en la perfección del vuelo individual y solitario.
El pelícano, durante siglos de playa y de muelles, guardó brasas encendidas de pasión y envidia viendo a su competidor más allá de las grandes olas. Volando furtivo por nidos donde, además, podía ver el acercamiento de hembras de otras especies tratando de al menos vivir cerca de la majestuosidad del albatros.
Colonizado y maldiciendo su innata preocupación familiar, el pelícano se reproducía con una constancia macerada de falta de orgullo. Las mismas brasas de su instinto de superación eran la causa del filicidio. Y luego, ave grupal al fin, de la propia herida de su orgullo extraía la sangre para resucitar a las crías. La gula fue otro de sus intentos de superar la frustración. Y lo llevó a generar un segundo estómago.
Sin embargo, a pesar de su ambición de profundidades, el albatros ha sostenido sus flaquezas añorando la suerte del albatros de poder regresar al mismo lugar.
Hubo un tiempo en que la pelea fue monstruosa y a muerte. En la aridez de un planeta poco poblado, ambas especies se enfrentaron con sus prehistóricas y monumentales dimensiones. Guerras aéreas de la que fue testigo esa línea del mar que separa el riesgo de lo predecible.
Más cercana a nuestros días y a nuestra estancia, tenemos a la austera y espigada garza blanca, frecuentando arroyos tranquilos. Se estudia la posibilidad de que sea la mutación resultante de esta pelea de los cielos y el mar. Con su cuello inclinado a abismos cotidianos, con unas reverencias previas antes del vuelo, como un piloto que solicita permiso a la torre, sus vuelos cortos representan el pálido arco iris de la alianza entre pelícanos y albatros.