domingo, 12 de febrero de 2012

Artaud y la abeja reina



Guillermo Del Zotto
gdelzotto@elpopular.com.ar
En un jardín invisible pelean ahora Artaud y la abeja reina.
Un viento que destartala deja huecos imposibles dentro del mismo silencio. Una voz ha retrocedido. Y, como diría Bernard Shaw, lo más gracioso es que el Capitán hablaba en serio.
En la antesala del jardín ha quedado abierto el libro más profundo que pudiera hacerse con tiza y rock. Una novela en dos minutos, que se llama Resumen porteño. Una película de ciencia ficción en tres, que se consume como un tango. La expansión de la conciencia en las puertas del durazno.
El Capitán está detrás de la pared. Y ahora mira el jardín desde el otro lado. Por fin ha penetrado en su propia creación.
Ahora pelean Artaud y la abeja reina, como el toro con Sánchez Mejía.
El Capitán lleva el casco del Quijote. Es igual.
Qué extraño jardín le tocó intentar descifrar. ¿Cómo se verá ahora desde el otro lado? ¿Se verá desde allá que ya no somos chiquitos? ¿Se galvanizará el tiempo antes de que veamos llegar la aurora?
Qué extraño era el jardín a descifrar. Ni siquiera poseía senderos que se bifurcan para hacerlo a la manera del laberinto. En qué extraño jardín le tocó meter mano en tierra al Capitán hecho lonja. A este “hombre delgado que no flaqueó jamás”.
Ahora en el jardín luchan Artaud y la abeja reina y se ordenan solas las palabras del Capitán. El lío estaba hecho para este momento. Para que cada uno agarre su montoncito. Hay para todos.
Ahora se enfrentan, en un jardín invisible, Artaud y la abeja reina, mientras cada cual buscamos nuestro rincón y preparamos el limo. El Capitán dejó para todos.
Todas las notas, todas las palabras, todos los silencios a punto de quebrarse. Como quien marca un escarbadientes para que estalle. Así dejaba las cosas el Capitán sobre la mesa del jardín. Porque su misión en el periplo terrenal era recordar que nada estaba terminado y bien. Mañana es mejor.
Los puentes amarillos de Kafka lo dejaron del otro lado del muro. Quizás sólo un rato. Es el ojo que enfurece a la abeja ahora. Y el oráculo que le pide a Artaud que no pare de molestar.
Ahora, huérfanos, en un jardín invisible, luchan Artaud y la abeja reina.
Ahora, la ciudad es un cuento.
(A propósito de la muerte de Luis Alberto Spinetta)