domingo, 21 de agosto de 2011

En el lugar de las manzanas


Guillermo Del Zotto
gdelzotto@elpopular.com.ar
En invierno se refugia en el galpón de su abuelo. A pesar de que en el vaho tiene preponderancia el olor a grasa y a los trastos, la tibieza de ese aire lo hace irresistiblemente protector.
“¡Tu abuelo!” -siempre se lo recordaban con signos de admiración. Y la mayoría de las veces agregaban: “era un improvisador notable”.
Lo importante es la construcción que él había hecho de su abuelo, al que alguna vez le dedicó un poema sobre un pentagrama, con figuritas y palabras recortadas de una revista. En ese poema-historia, su abuelo terminaba mágicamente convertido en perro.
“Fijate en el lugar de las manzanas”, le había dicho varias veces cuando de muy chico lo alcanzó a conocer doblándose frente a un banco de carpintero. Nunca supo qué hacía durante horas el viejo ahí. Nadie en la familia hablaba de él como inventor, ni como reparador, ni carpintero. Y cuando decía “fijate en el lugar de las manzanas”, sabía que se refería a los cajones que tenían cualquier porquería menos las manzanas que desbordaban en otros cajones.
Así comenzó a intuir que en realidad la magia provenía del mismísimo galpón. La alquimia con objetos, animales o personas eran atributos de ese lugar. Su abuelo nunca se lo dijo directamente, dejó que él lo vaya descubriendo.
Y cuyo caso más significativo quizás fuera el de ese magnífico ejemplar de Latrodectus mactans, que él llama Anita y observa en su rincón cada vez que va al galpón. Está seguro de que una vez Anita se enamoró. Como todas las de su especie, Anita era tímida, sedentaria, solitaria, caníbal y nocturna. Y así debió enfrentar el enamoramiento. El macho en cuestión, treinta veces más liviano que ella, ignoraba que el desaire de Anita había sido para evitar que muriera al consumar la atracción. Parece entonces que Anita ideó el plan: cierta noche se acercó a su amante y le susurró que luego del apareamiento se haga el muerto. El accedió, también por amor, y lo hizo tan bien que todas las demás arañas lo creyeron. Así logró un rincón donde hoy nadie lo advierte y ella lo visita dos veces a la semana. Anita consumó un matrimonio feliz sin perjuicio de su reputación.



Leonardo Oyola presentará su última novela y una charla en Olavarría


En su última novela, “Kryptonita”, Leonardo Oyola construye un policial a su estilo y agrega este juego: ¿qué hubiera pasado si Superman nacía en La Matanza? El autor, que publica en la colección Negro Absoluto y en Mondadori, realizará una charla sobre el género en nuestra ciudad convocado por la Escuela Municipal de Letras.
Guillermo Del Zotto
gdelzotto@elpopular.com.ar
Discípulo y reivindicador de Alberto Laiseca, Leonardo Oyola ha logrado construir su propio altar kitsch. Sus premios nacionales e internacionales como novelista y su colaboración en artículos cinematográficos para Rolling Stones le ha permitido una “legión” de lectores que ahora conocen a una autor como define Sasturain en uno de sus prólogos: “fantástico narrador de raza. De raza Arlt –de raza perro quiero decir–: sin collar ni papeles ni vacuna, como debe ser y como se necesita”.
El sábado 27 de agosto, a las 15.30, Leonardo Oyola dictará una charla abierta sobre el género policial en el Centro Cultural Hogar “San José”, convocado por la Escuela Municipal de Letras. Y a las 21 presentará fragmentos de “Kryptonita” y se leerán textos policiales “al atril”.
-¿Cómo sintetizarías el método para poder unir lo esotérico o la visión bizarra sobre los ovnis, sosteniendo una intriga policial al tiempo que se renueva el género?
-Es todo una cuestión de fe. Por parte del escritor en una primera instancia. Y después obviamente por parte de los lectores. El verbo es creer. Y de ahí en adelante. Me parece que desde siempre existió un bienvenido mestizaje del género. No creo que calificarlo como híbrido sea una mala palabra. Lo que pasa es que para ciertos círculos el policial es considerado literatura menor. El policial y otros géneros. Cuando se empieza a revindicar, los estudiosos hablan de las escuelas inglesa y norteamericana; de Poe, Conan Doyle, Hammett, Chandler… y en el camino dejan de lado a muchos autores provenientes del pulp como Frederick Davis o David Keller dueños de una imaginación desbordante y un sentido del timming que aún hoy resisten. Se puede afirmar que los coqueteos con el fantástico, el terror y la ciencia ficción han hecho evolucionar al policial y al género negro. Autores extranjeros actuales como Stephen Woodworth, Michael Marshall y John Connoly son la mejor prueba de eso.
-¿Vas a hablar de esos autores que nombrás en la clínica sobre el género policial que venís a dar en Olavarría?
¡Por supuesto! Ando recopado con los weird menace y los shudder pulps que son esos relatos sangrientos en los que también pueden aparecer monstruos y extraterrestres. Ver como de esas historias llegamos al policial tramontina local. Compartir lo que pueda dar desde el oficio. Lecturas, anécdotas… que la pasemos bien. Dejarles algunas historias y escuchar las que me quieran contar ustedes.
-¿Qué cambios puede advertir en “Kryptonita” el lector que te conoce por “Hacé que la noche venga” o “Gólgota”?
“Gólgota” es mi única novela en la que no coqueteo con el fantástico ni con otro género. Es un policial bastante heavy metal porque así lo requería la historia y no había lugar para el delirio. “Kryptonita” está en esa senda; pero al entrar el registro de después de hora –el narrador es un médico de guardia drogado que hace tres días que no duerme- me permito el juego de que es real y que no. Además de partir de una consigna propia del cómic como lo es el elseworld: otro mundo para una historia que conocemos todos. Yo en esta quise contar como hubiera sido Superman si en lugar de criarse en Estados Unidos lo hubiera hecho en un barrio de La Matanza. “Kryptonita” en eso es tan juguetona como “Hacé que la noche venga”.
-¿Qué ventajas y desventajas ves en este momento personal donde se te presenta como referente de una nueva generación de narradores?
No pienso en eso. Si me siento honrado que me lean. Tanto lectores como colegas. Y que comenten lo que hago. Es muy fuerte. Por eso quiero ser muy cuidadoso y poder devolver más de lo que recibo. No perder el hambre. Morir en esta.
-¿Cuál es tu opinión sobre la literatura como oficio?
Elegí ser escritor tiempo completo porque se muy bien que soy mejor persona mientras escribo. Y que así soy feliz. Puse mi fe en dedicarme a esto sabiendo muy bien de que voy a prescindir. Yo, Leo Oyola. ¿Que es un trabajo mal pago? Sí. Lo es. Como la albañilería, ponele. Pero a mi me pagan por escribir ficciones y, poco o mucho, eso lo agradezco. Soy un tipo afortunado. ¿Conocés una canción de Kiss que se llama Dios te dio el rocanrol? Los locos se ponen medio evangelistas y te proclaman que Dios puso el rock en el alma de todos. Y que si vos sentís un malestar es porque no estás largando eso que tenés adentro. También dicen que nunca va a ser tarde para trabajar de nueve a cinco. Bueno, yo el traje y la corbata no los quiero más. Al principio es fulero formatear el disco rígido y dejar de cobrar el cinco de cada mes. Meterte la mano en los bolsillos y solo sentir el forro del pantalón. Pero esto es así. Esfuerzo y dejar todo en la cancha. Es lo que me funciona a mí. No podría estar pensando en mis mundos si hiciera otra cosa que no tuviera que ver con la escritura. Dios nos dio el rocanrol y a cada uno la canción que va a cantar. Como yo no te canto ni en la ducha entonces bailo. Que se yo. Me gusta este baile, amigo.