lunes, 3 de octubre de 2011

Puntería


No me tires a matar como si tuviese repuesto.( José Sbarra).
Guillermo Del Zotto
gdelzotto@elpopular.com.ar
A plena tarde, en medio de una bruma de siesta, se colocaron corazones palpitantes en los blancos del Tiro Federal. Los tiradores, absortos, revisaban sus armas: habían sido trastocadas en arco y flechas.
El Ejército de Cazadores de Corazones al Desnudo era una fuerza armada a la sombra de un poderoso culto que pregonaba el felpudismo. Algo así como hacer surf sobre las cabezas de los demás.
La competencia se había puesto brava. Por ese motivo, desde hacía un tiempo, los gurús financieros habían ido preparando un ejército por las dudas. Muchos grupos captaban ya bastante gente con “respiraciones astrales”, “pilates espirituales”, “egocentrismo envasado al vacío”, etc. En su paranoia, los inversores pensaban que todos esos grupos eran en realidad ramificaciones de uno solo. Poderoso y creciente. Y sabían que la materia prima (felicidad estrellada, 500 mg.) no podía alcanzar para todos. Era un simple problema de oferta y demanda. Cuando los números no cierran, hablan las armas. Sostenían.
La ciudad seguía ofreciendo sus calles para un tránsito de tranquilos pueblerinos que se saludaban amablemente. Pero era latente que esas mismas miradas podían quedar, de un momento a otro, enfrentados por una mirilla de ametralladora.
O por la mira de un arco. Como los que ahora se preparaban en el Tiro Federal. Entre los tiradores estaba Esteban. Había ingresado por su novia, que le había hablado de las bondades del grupo con la pasión que masticaba su eterno chicle, que giraba en sus muelas y mordía como si fuese una pequeña masa hecha de las ideas que quería contagiar.
El fundamentalismo amoroso de Esteban duró menos que la goma de mascar. Ella era una chica encantadora pero que se reseteaba ni bien su interior le indicaba que debía seguir atrayendo adeptos.
Sin embargo Esteban duraba en el grupo movido por una curiosidad que todavía no había satisfecho. Se fue enterando de los movimientos internos y su líbido pasó a ese sector de su cuerpo. Ultimamente sostenía la rutina de las reuniones con la pasión de quien hace una tesis. Le faltaban pocos datos para tener la red armada. Cuando fue convocado como tirador intentaba descubrir cómo hacía el grupo para obtener gente a la que vaciaban con el único motivo de conseguir corazones palpitantes
Ahora la bruma pesada de la siesta no lo dejaba seguir pensando en eso. Y se debía concentrar en disimular ser un cazador experto.
Agobiado, Esteban se separó del grupo. Quiso buscar un baño. Entonces advirtió el dato que le hacía falta: todos los donantes eran voluntarios. Se puso en la fila.