lunes, 30 de junio de 2008

Continuación de una idea

"Imaginé que en el año 2132, en una tecnocracia donde ya nadie lee, un niño llamado Blas, que nunca ha visto un libro, inventa el libro". Enrique Anderson Imbert.

¿Dónde guardar los pensamientos? Nunca imaginó recibir el año 2024 con esa preocupación. Es que de veinte años a esta parte casi nadie imaginó siquiera la posibilidad de recibir el año 2024. De todas maneras la humanidad había llegado hasta allí. Cuando decimos de todas maneras, es eso, con lo que se imaginen.
Néstor pensó esa mañana dónde poner los pensamientos, cómo registrarlos e incluso analizar si la tarea de pensar valía la pena.
En el último lustro nadie había hecho nada para sacar lustre a ninguna idea. Los líderes eran perfectamente tan nefastos como para no defraudar ni al más imaginativo de los pesimistas del pasado. Palabras como intimidad e identidad, luego de un par de años de confusión una con otra, fueron desapareciendo del habla.
Y era con las palabras que Néstor tenía problemas. Al menos en las primeras horas de la mañana inaugural de 2024.
-"Yo me acuerdo, veinte años atrás..."- arrancaba con esa frase en su mente pero algo ocurría con las imágenes que tendrían que seguir a continuación. Esa frase ponía en acción una luz láser persecutoria y desde el exterior craneano llegaba un haz que fulminaba a los pichones de pensamiento de Néstor.
Conviene ilustrar que 2023 había sido un gran año para la humanidad a juzgar por la gran esperanza que significaba haber arribado al millón de habitantes a nivel mundial.
Néstor decidió que pensar valía la pena y se abandonó a ese deseo sin más.
Pero volvió a la preocupación inicial: "¿dónde guardar los pensamientos sin que corran el riesgo de perderse? ¿Dónde colocarlos usando la vieja simbología, la de unir una letra detrás de la otra? ¿Cómo hacer para que no sean intervenidos por la telepatía del barrio o, peor, por la de la policía? ¿Cómo hacer para seguir pulsando esos símbolos cuando no haya energía eléctrica? ¿Cómo estar seguros de que esos registros no se borrarán por accidente o por atentado, como ya sabemos que pasó con varias cosas que no conviene (o no podemos) recordar? ¿Qué hacer para que esos pensamientos sigan vivos hasta llegar a la mente de otro sin la intervención de la policía global?
Néstor ya no podía parar de pensar. Y comenzó a diseñar esos pequeños martillos de metal que haría pegar contra un rollo de cinta entintada y que le permitirían dibujar sus pensamientos de forma imborrable mientras producían música.

(Publicado el 29/06/08 en EL SUBSUELO)