lunes, 16 de junio de 2008

Doctor, sigue esta fiebre

Un amigo vendedor de globos y una amiga saxofonista me presentaron al pintor Stephen Roberto Koek-Koek y, por añadidura, al poeta Jorge Escobar Uribe (Claudio de Alas). Los dos convivieron en la lejana década del diez en una casa de Banfield.
El pintor era inglés (el Museo Dámaso Arce guarda un original en su depósito) y el poeta terriblemente colombiano, como su doble apellido lo atestigua. Qué datos inútiles, sin embargo, son estos últimos. Vale más decir que se trató de una unión de almas como las que se repiten cada dos millones de años. Como si Artaud y van Gogh se hubiesen conocido y hubiesen vividos juntos por un tiempo. Ellos fueron van Gogh y Artaud de alguna manera.
Hay quienes prefieren catalogar a los artistas por el modo en que tratan a los únicos cuatro o cinco temas universales que realmente existen. El más importante de ellos quizás sea la muerte. Y las diferenciaciones vienen por el lado de quienes ven a la muerte "desde adentro" o quienes la ven "desde afuera". Claudio, como eligió llamarse el poeta, y el sonoro Koek-Koek, no sólo lo hacían desde adentro sino que además le dieron un tratamiento tan inusual como intenso: "Dadme el beso callado y no comprado (...) Señora, y a mi lado, estrechemos los músculos desnudos para dormir...". Así escribió el poeta diez minutos antes de "abrirse la frente de un tiro", como explica Juan José de Soiza Reilly en un registro de la época. Se trata del poema "Mientras anda la hora", que comienza con la línea: "Doctor, sigue esta fiebre" y en el que Claudio de Alas deja brotar su otro gran tema universal: el tiempo. Este colombiano tórrido que a los 32 años se despidió con un "Quiero dormir" en una carta a su hermano.
Soiza Reilly fue realmente un protector de Claudio y su obra (mi amigo vendedor de globos y mi amiga saxofonista me dejaron tener un libro de Paver Editora de 1978 que él recopiló póstumamente). Después vinieron los escombros sobre la literatura argentina que al ser despejados se llevaron con injusta desmemoria a almas tan valiosas como las de Jacobo Fijman, Rodolfo Wilckok y tantos otros.
Claudio, el poeta que quedó en el oscuro patio banfileño de su amigo Koek-Koek, le pide al fiel perro del pintor que lo acompañe en su última aventura y se lo carga en ese lengüetazo postrero de oscuridad.
Atrás quedan obras escritas como "Psalmos de Muerte y Pecado" y una gran cantidad de textos inéditos que el poeta confía a Soiza Reilly. Y También queda recorrer el otro camino el de Koek-Koek y su locura extraordinaria. Un paisaje visual por un tipo de expresión que sólo puede tener un parangón con la vitalidad corpórea de Goya.
Un Koek-Koek que también tuvo que buscar cuartos ensombrecidos para no caer en el encandilamiento de la oscuridad más reveladora. Fue hasta que quiso entender a la parca porque sí.
Y mientras tanto, doctor, sigue esta fiebre.

(Publicado en EL SUBSUELO el 15/6/08)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Guillermo: Por esos raros designios del destino vengo a dar con tu blog y tu nota sobre Claudio de Alas. Puntualmente estaba haciendo la difusión del libro El cansancio de Claudio de Alas.
Te la paso por si te interesa reenviarla.
Me pareció raro encontrar tu artículo tan reciente, justo cuando el libro estaba en imprenta.
Hasta hace poco solo habían 2 o 3artículos sobre el.
Más raro me pareció que justamente en Olavarría, estaré presentando el libro de Claudio, en la dferia el mes que viene.
Yo no se que creerás vos, pero a mi me parece que el poeta desde algún lado está trabajando...
Un abrazo.
Mi mail es gitomin@yahoo.com.ar



Editorial Punto de Encuentro


Presenta:


“El cansancio de Claudio de Alas”

Claudio de Alas




Segundo título de la colección “Rescate Poético” lanzado por la editorial Punto de encuentro.
Luego de mucho tiempo ausente en las librerías, vuelve el poeta colombiano Claudio de Alas, para cautivarnos....



MIENTRAS ANDA LA HORA

- Doctor, sigue esta fiebre,
que el alma me entenebre,
implacable y brutal como si fuera
mi vida toda que al rodar callada,
espera, espera... y siempre espera
una sonrisa lastimera
de unos labios helados cual los míos…
–Doctor; mi carcajada
desolada
y cansada.
y llena del afán de mi jornada,
tiene la muda soledad de los desiertos…
–Doctor; vuestra ciencia suprema,
para mi mal –mal de los muertos–
es una luz, cuyo fulgor no quema.
–Doctor; ¡dejadme quieto!
Prefiero antes que el hombre, el esqueleto.
Perdonadme, Doctor... Soy el enfermo,
que únicamente callo cuando duermo.
....Espero una visita.
Es una Dama pálida y silente.
Hace tiempo, Doctor, me dio una cita,
y la espero esta noche blandamente…
–Doctor; alguien toca la puerta…
¡Abrid! ¿Es ella acaso?
¡Ella es!... Doctor, viene encubierta:
indicadle el camino, dadle paso,
y no toquéis su túnica de raso,
¡porque oculta el Misterio seriamente!...
–Buenas noches, dulce amiga lejana.
Os esperaba... Adelante, Señora…
–Doctor; esa campana,
¿por qué sin ser la hora, da la hora,
y esparce su lamento?
–Qué descanso que siento,
mi querido Doctor.
Enmudecido de temor;
¡qué descanso, Doctor!...
Este pensar horrible de mi pensamiento,
de mar en furia, es límpido remanso…
No tengo frío, mi querido Doctor,
algo pasa sobre mi corazón... ¡algo que no me duele!
¿Será que ya murió mi corazón?
Algo me impele
hacia la barca azul, en que el laurel
hecho ritmo, y verdor y resplandor,
tiende un abrazo redentor,
mi sabio y muy admirable, mi Doctor:
–Perdonad al enfermo, y su candor.
–Lo más cerca de mí, Señora…
Soy un niño muy triste…
y hace tiempo que lloro.
No recordar en qué consiste;
Lo dulce de tu cita, triunfará.
Dadme un beso, ¡oh, Señora!
Dadme el beso callado y no comprado,
de tus labios siniestros, por lo mudos,
Señora, y a mi lado,
estrechemos los músculos desnudos.
para dormir…
¿Morir?... (1)

(1) Diez minutos después el poeta se abría la frente de un tiro.

El cansancio de Claudio de Alas- Claudio de alas
Ed. Punto de encuentro.


Jorge Escobar Uribe (Claudio de Alas) nació en Tunja, Colombia, en el año 1886 y falleció en Banfield (Pcia de BsAs) en 1919.

Viajero incansable, a temprana edad se enroló en el ejército voluntario para recuperar la soberanía nacional en Panamá, usurpada por el gobierno norteamericano.

Desde 1904 hasta 1906 colaboró en el periódico mexicano“El Imparcial” y luego recorrió Centroamérica y Perú hasta llegar a Chile.

Durante 1906 hasta 1916, trabajó como periodista en diversos medios chilenos y publicó sus únicos cuatro libros: “Psalmos de Muerte y de Pecado”, “Fuego y tinieblas”, “Arturo Alessandri” y “La primera víctima de la aviación en Chile”.

En 1917 viajó a Buenos Aires donde finalmente se suicidó en 1919. Tras su muerte se publicaron las obras póstumas: “El Cansancio de Claudio de Alas”, “Visiones y realidades”, y “La herencia de la sangre”.


Disponible en todas las librerías de Argentina



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