miércoles, 16 de enero de 2008

Dostoievski frente a un cuadro de Holbein


Filósofos y escritores contemporáneos, como es el caso del mexicano Sergio Pitol (Premio Cervantes 2006), coinciden en que no habrá una destrucción del libro por Internet, sino que serán complementarios.
Muchas veces tomada como expresión de deseo, uno lee la frase y se deja convencer. Pero cuando hay un acción concreta capaz de llevarla al terreno de lo irrefutable, es mucho mejor. A continuación, un testimonio.
En Clarín del martes 7 de febrero el crítico Juan José Santillán hace una excelente crónica de la obra "Los mansos". Es la muy propia adaptación teatral de Alejandro Tantanián de la novela "El idiota" de Fedor Dostoievski. No solamente logra que el lector comprenda lo que ocurre en el escenario, sino que nutre la crónica con datos certeros y convocantes. Santillán se explaya sobre un cuadro que aparece en escena. "El Cristo muerto", del alemán Hans Holbein. Es porque el personaje de la obra -Rogojín- menciona el párrafo textual de Dostoievski: "frente a este cuadro uno no tiene otro camino que perder la fe". Si uno indaga en biografías sobre el gran escritor ruso, sabrá que ese cuadro fue una obsesión real del autor.
Dostoievski lo menciona exorcizándose por medio de sus personajes, pero conocemos que verdaderamente tuvo esos planteos cuando se paró a pocos centímetros de él.
Se trata de un óleo donde Cristo yace luego de ser bajado de la cruz. Y tiene un formato transgresor para la época (1521). Está pintado sobre una tabla de 30,5 centímetros por 2 metros. Un tamaño natural impactante. Pero mucho más lo es en su detalles. Ojos y bocas abiertos, como epicentros de una oscuridad que proviene del infinito. Y un cuerpo demacrado hasta lo imposible.
La mismísima esposa de Dostoievski, Anna Grigorievna, lo cuenta así en su diario: "Camino de Ginebra, nos detuvimos un día en Basilea para visitar el museo donde se halla un cuadro del que habían hablado a mi marido. Es un lienzo de Holbein, en el que se ve a Cristo, que acaba de soportar un martirio sobrehumano, descendido de la cruz y descomponiéndose... Demasiado débil para mirarlo más tiempo, me fui a otra sala... Cuando volví, mi marido estaba aún allí, en el mismo sitio, encadenado. Su rostro emocionado tenía esa expresión de pánico que ya le había notado muy a menudo al comienzo de sus ataques epilépticos".
¿Qué posibilidades tenía varios años atrás un lector latinoamericano, embebido en las palabras de Dostoievski, de conocer esa figura que había estremecido el alma del escritor? Un alma que para estremecerse necesitaba mucho más que cualquiera de sus contemporáneos. Imaginar un viaje a ese remoto museo era el consuelo. Pero con Internet, y gracias a un periodista generoso en detalles en su crónica, uno puede llegar a una reproducción de alta definición de ese cuadro. Recorrer con asombro y mouse tembloroso una pintura que no cabe en el cuadrado de la pantalla, porque se presenta de manera horizontal. Y tener, en una mínima proporción, el golpe de efecto del autor de Crimen y Castigo.
Internet y los libros, en este caso, nos participan de una boda enriquecedora. Sin uno o sin el otro, la experiencia hubiese quedado incompleta. A pesar de que el viaje a ese museo sigue vigente en el encendido de nuestro deseo, tenemos otra imagen que nos ayuda a sostenerlo.
Recomendación: tipear en un buscador "El Cristo muerto Hans Holbein" en el ícono de imágenes.
(publicado en febrero de 2006 en El Subsuelo)

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