miércoles, 16 de enero de 2008

Fondant

La madrugada no tiene corazón. Joaquín Sabina.
Es que el corazón de la madrugada son quienes la atraviesan.
Las brumosas puertas se abren una vez al día para que respire eso que la luz del sol fulminaría en segundos.
Si uno pudiera transportarse a través de las miradas de la madrugada, conocería una velocidad única.
El vértigo, todo junto, de lo que no puede ser. De lo que nunca será.
Se trata de una música muy especial. Es la sinfonía compuesta por todos los solistas que han fracasado.
Comienza con semejante altisonancia que termina espantando a los perros menos acostumbrados.
Pero aquellos que saben escuchar más allá de las apariencias, podrán descubrir la Gran Polifonía Negra de la Sinceridad.
Durante la madrugada las miradas son un transporte de fuego.
Se murmura en ritmo de lava.
Llevan incandescencia todos los pechos que de día parecen marchitados.
La madrugada endereza a los jorobados.
Se trata del entreacto.
De los murmullos entre bambalinas.
De los preparativos que se pergeñan con la paciencia de un diablo que aprende punto cruz.
La madrugada nunca tuvo corazón.
Siempre latieron quienes la atraviesan, aquellos que barren las colillas antes de la función.
De madrugada el viento tiene la voz de Raúl González Tuñón.
("La libertad anda desnuda", sopla).
Los locos encuentran oídos.
Luego:
"El día se levanta. Va despegando los cordones de la vereda. Raspando el fondant de la hipocresía nocturna".
Y hasta se animan a caminar por él algunos de los que fueron corazón de madrugada.
(Publicado en mayo de 2005 en El Subsuelo)

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