miércoles, 16 de enero de 2008

Neruda-Pessoa, Pessoa-Neruda

Hago paisajes con lo que siento. Ferias con mis sensaciones. F.P.
Salí vestido de agua, me extendí como un río hacia el horizonte // Rodé con las estrellas, mi corazón se desató en el viento. P.N.

Neruda antes de desayunar.
Pessoa después de cenar.
El paisaje y el adentro.
Y todas las dudas de que eso sea cierto.
Ritmo.
Desacompasamiento.
Unidad.
Fragmentación.
Uni-verso.
"Soy pastoral poeta" dice el de Isla Negra.
"Mi destino son los payasos que perdí en la caravana" asegura el portugués.
Y cuando el peso de los párpados de la noche nos cierra el libro ¿quiénes somos para ellos?
Como nos guardan en su memoria de terremotos y maremotos estos dos guardianes de la bóveda del sueño.
Qué recogen de nosotros en el humo de la no vigilia.
Cuándo ocurre el conjuro en el que deciden cómo vamos a despertarnos. Si barrancosos en Lisboa si marítimos en certezas de arena.
Ellos no se conocieron en su residencia en la tierra, pero ahora se conceden siestas celestiales e infernales.
Pero antes, cuando el rayo todavía estaba en el viento, se debe haber dejado caer un otoño muerto en las costas de Portugal. Que la marea suspendió, como un alga-vestido de ángel fulminado, y dejó más adelante en Chile mojado.
Un razonamiento de cielorraso quiere que sea verdad. Que hubo una botella en el mar. Que la sal penetró en las yemas de los dos. Que el mismo Neptuno fue el que apartó las sirenas musas del mismo verso. Que un soneto vuelto del revés se lee para uno aunque sea del otro.
Los dos libros respiran con el ritmo de nuestro pecho desorientado. Como un mapa de venas. Como una hoja con todos los otoños reprimidos.
Murciélagos y gaviotas. Palomas y teorías.
Un parpadeo para cada uno. Y así sucesiva y lentamente llega la piedra del sueño. Nuestro cuerpo se entrega como a una autopsia.
Y las poesías de Neruda y de Pessoa son dos novias que se nos disputan el corazón del cerebro.
(Publicado en noviembre 2005 en el El Subsuelo)

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