martes, 15 de enero de 2008

Santa Ironía

El único ateísmo es la pavada. Hugo Mujica.

Si alguien ha ido perdiendo fieles en todo este tiempos, esa ha sido la ironía. Porque la construye tanto el emisor como quien la recibe.
Nadie se anima o intuye o concibe que se pueda jugar al póker sin cartas de póker.
Lo obvio no deja hendijas. Debe estar en su punto de implosión, como una súper nova en el final de su vida.
Nos hemos construido tal materialidad que no puede ser atravesada por ningún tipo de luz. Ni siquiera el agua lechosa de la ironía que acaricia.
Y nos provincializamos de mundo. Le jugamos al achique a la inteligencia. Un vergonzoso off side mientras miles de monos vamos saliendo del área.
Nos gusta que nos alcancen las esquirlas de la nada y ponemos el grito en el cielo si vemos que alguien nos dispara rayos de luz.
Hay ironías, no todas, casi ninguna, que pinchan cuando entran. Pero, sin dudas, lo que no hay es esperanzas de vida cuando la piel se nos cerró a ellas.
"Comprar es mucho más norteamericano que pensar", dijo algún día Andy Warhol. Y desde allí no se ha parado de norteamericanizar.
La ironía es la única arma revolucionaria efectiva que nos queda. Un arma que se carga con la pintura que usaba Goya o con la mirada de un Roberto Fontanarrosa.
La ausencia de ironías nos hace a todos hijos adoptados del sarcasmo.
Trastoca sonrisas de Giocona por vulgares risotadas de hiena.
Enrreda los hilos sobre el escenario y en la calle somos marionetas desorientadas.
Hoy nos averguenza menos vernos desnudos (sin ropa) que vernos como somos.
Además de la molestia que provocamos a los mojigatos, la cuestió es que conspiramos contra la teoría de expansión de la conciencia.
Como si por lo único que viniesemos al mundo fuese para hacer historia. Lo que se transforma en un enorme bifet para engullir por cualquier político.
El arte no absorve, no encuentra poros. El artista, incapacitado para desdoblarse, cae dormido en su aburrida lucha por encontrar ironía.
Con esta tendencia, que es universal pero en el barrio se nota más, hasta el más burdo de los magos se quedará sin espectadores. Sus trucos serán transmitidos generacionalmente con la misma tristeza que los recuerdos de guerra.
Volvamos a Warhol, cuando todavía los norteamericanos conservaban la autoiroía: "son las películas las que ha manejado las cosas en EE.UU. desde que se inventaron. Te muestran qué hacer, cómo hacerlo, cuándo hacerlo, cómo sentirte en relación con eso y cómo parecer que te sentís con relación a eso".
Alguna vez nosotros tuvimos a Osvaldo Soriano y a Manuel Puig.
Ahora, el Gordo es el Gordo, el Flaco es el Flaco y Katherine
Lo digo en serio.

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